«Mi tenue disculpa se escribe así: recopilar textos propios es acaso soberbio, pero también melancólico. Mira uno viejas fotos de su alma y siente muchas veces esa mezcla de ternura e indignación que producen las antiguas piruetas, ya desechadas por la desconfiada madurez». Alejandro Dolina
A las 7 y 55 del lunes de adioses a Francisco, cuatro ruidos, tres cámaras, tres periodistas, una policía y un perro que ni ladra ni mira configuran la escena en las puertas de la casa donde el hombre de los adioses nació. A una cuadra, otro hombre, pero sin famas, duerme en la calle. A una cuadra y media, otro más. A dos cuadras, Francisco saluda hecho cartel y sonrisa, como en los años últimos, en los bordes de la escuela de la Misericordia. Una flor chiquita vive desde hace un rato gracias al agua del frasco que la contiene en la vereda del hogar natal. Nadie en la calle Membrillar, a cincuenta pasos de la placita Herminia Brumana, lo dice, pero plantita y agua constituyen un homenaje. La placa ya no intacta que la Legislatura porteña estampó hace más de un decenio ejerce de testigo. Dos pibitos que aceleran rumbo al cole, acaso con un ritmo que sobre esa tierra fue en un pasado el de Jorge Bergoglio, no registran ni a la placa ni al agua ni a la plantita. Tampoco a una flor blanca, hermosa, entera, inmejorable, que reluce desde la zona externa de un ventanal. "La dejó una vecina", informa uno de los periodistas. De verdad, es difícil que a esta hora en el planeta brote algo más lindo que esa flor. De lejos, ahora el perro sí ladra. Una señora enfoca desde enfrente. La aguardan la rutina, las preocupaciones, quizás una alegría de lunes. Se detiene, parpadea, se perdona, musita "gracias", balbucea "amén " y se va. La vida, empecinada, continúa. Igual que la flor blanca.
En un mundo cada vez más neoliberal, donde el individuo sustituye al colectivo y el mercado a las personas, Francisco fue el último gran referente mundial, capaz de transmitir un mensaje contundente de justicia social. Desde Roma encarnó un liderazgo espiritual atrevido, con alma de pueblo.
No fue un papa de izquierda, aunque incomodó a los conservadores. Tampoco fue un liberal, aunque habló de libertad. Para Francisco es libre quien puede comer, quien puede educarse y quien puede trabajar sin ser explotado. Es libre quien no es descartado por el sistema. En sus propias palabras "La libertad no se puede reducir a seguir siempre el propio capricho, ni se puede vivir sin responsabilidad social".
Francisco no fue peronista por filiación partidaria, sino por sensibilidad histórica y por su defensa de la democracia. Su pensamiento está profundamente atravesado por la “teología del pueblo”, una corriente típicamente argentina que entiende la fe desde el sufrimiento y la esperanza de los humildes. En un país que parece olvidar su propia historia, su mensaje sigue siendo un recordatorio incómodo de que hubo otro modo de mirar a los que están en el fondo.
A pesar de habitar los mármoles solemnes del Vaticano, Francisco nunca dejó tomar de mate con la misma naturalidad con la que hablaba de teología. Llevó su amor por San Lorenzo como una bandera que reivindica el sentir popular y de cómo ejercer el “lio” sano por sobre el orden conservador.
Hoy en la Argentina ya no quedan voces peronistas capaces de convencer, de conmover, de convocar. La bandera de la justicia social sigue ondeando, pero sin manos limpias que la sostengan o gargantas creíbles que la proclamen. Se habla mucho del pueblo, pero sin el pueblo. Se apela a la historia, pero sin presente.
Ojo, que lo que falta en Argentina no es discurso, es legitimidad. Porque en tiempos de descreimiento, la palabra solo vale si viene respaldada por una vida honesta y valiente, como la que tuvo Francisco, el Papa Argentino, que tal vez sin quererlo, fue el último peronista.
Hijo de un matrimonio de italianos formado por Mario Bergoglio, que era empleado ferroviario, y Regina, ama de casa, egresó de la entonces escuela secundaria industrial ENET Nº 27, Hipólito Yrigoyen, con el título de técnico químico.
Tomó la decisión de convertirse en sacerdote a sus 21 años, en 1957, y para ello ingresó al seminario del barrio Villa Devoto, como novicio de la orden jesuita.
Cuando asumió su papado, su grupo favorito de música era Papa Levante y llegó hasta el cargo de Sumo Pontífice como hincha de San Lorenzo de Almagro.
La ordenación de su sacerdocio tuvo lugar el 13 de diciembre de 1969 y luego cumplió con una extensa carrera en su orden donde llegó a ser "provincial" de los jesuitas, desde 1973 hasta 1979.
Durante el consistorio del 21 de febrero de 2001, el papa Juan Pablo II lo designó cardenal del título de san Roberto Belarmino.
Además fue constituido en el primado de la Argentina, resultando así el superior jerárquico de la Iglesia católica de este país.
Integró la CAL (Comisión para América Latina), la Congregación para el Clero, el Pontificio Consejo para la Familia, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el Consejo Ordinario de la Secretaría General para el Sínodo de los Obispos, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.
Integró la conferencia Episcopal Argentina que presidió en dos ocasiones hasta 2011 y del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano).
En 2005 su nombre se incluyó entre los papables con insistencia, pero finalmente el elegido fue Benedicto XVI, el cardenal Joseph Ratzinger. Años después, el 13 de marzo de 2013, se convirtió en el primer Papa hispanoamericano y jesuita.
Luego de una gran actividad como sacerdote y profesor de teología, fue consagrado obispo titular de Auca el 20 de mayo de 1992, donde ejerció como uno de los cuatro obispos auxiliares de Buenos Aires.
Cuando la salud de su predecesor en la arquidiócesis de Buenos Aires, el arzobispo Antonio Quarracino empezó a flaquear, Bergoglio fue designado obispo coadjutor de la misma el 3 de junio de 1997. Tomó el cargo de arzobispo de Buenos Aires el 28 de febrero de 1998.
Se convirtió luego en el primer jesuita primado de la Argentina y, en febrero de 2001, vistió finalmente el púrpura de cardenal.
Su liderazgo lo llevó a tener una relación tirante con el gobierno nacional, que tuvo varios picos como cuando el kirchnerismo impulsó y logró aprobar la legalización del matrimonio homosexual.
El papado
A lo largo de su primera década al frente del Vaticano, el papa Francisco tuvo como objetivo acercar la Iglesia al pueblo, particularmente a los excluidos por el sistema, así como también dotar de simpleza y austeridad a su tarea pastoral.
Su elección, allá por marzo de 2013, se dio luego de que Benedicto XVI renunciara, envuelto en la serie de polémicas que había desatado la filtración de documentos vaticanos conocida comoVatileaks.
Los cardenales que se inclinaron por el argentino Bergoglio buscaron a alguien que pudiera devolverle a la Iglesia la imagen más pura posible. La querían al servicio del pobre, los desamparados y excluidos, así como también que estuviera lo más alejado que se pudiera de escándalos de corrupción y pederastia.
Desde su primer discurso, el ex arzobispo porteño marcó una de las claves de su pontificado: no era un monarca, sino un pastor.
Su frase clásica "Recen por mí" buscó desde el primer día ponerlo a la par del resto.
Al hablar desde el balcón de la Basílica de San Pedro, el entonces flamante Santo Padre anticipó que se iniciaba un camino de "fratellanza" (hermandad), lo cual quedó de manifiesto en su perseverante llamado a la unidad, ya sea para resolver problemas mundiales como el hambre, la pobreza, los refugiados o el cambio climático; o para enfrentar situaciones como la pandemia del Covid-19 o la guerra en Ucrania.
Pero también llevó ese mensaje en cada viaje que realizó y lo contextualizó a la situación local, como en las giras por la República Democrática del Congo y Sudán del Sur.
Su austeridad, marcada por hechos como la decisión de mudarse a la residencia de Santa Marta y no en el Palacio de Castel Gandolfo, quedó enfrentada con los sectores más conservadores de la Iglesia, con los que mantuvo una tensa relación.
En ese marco, Francisco avanzó en reformas gubernamentales del Vaticano, para darles más espacio a las mujeres y a los laicos en el pequeño y poderoso Estado, así como también para prevenir que se repitan situaciones escandalosas como abusos sexuales a menores o manejos espurios de dinero.
En marzo del año pasado, la Iglesia había dado a conocer el documento sobre las reformas en la organización y estructura de la Curia Romana: la nueva Constitución, de 54 páginas, se tituló "Praedicate Evangelium" (Predicar el Evangelio) y tomó más de nueve años en ser terminada por el papa Francisco y un consejo de cardenales.
La carta magna vaticana entró en vigencia en junio de 2022 y reemplazó a la que el papa Juan Pablo II había presentado en 1988 y que fue reformada parcialmente por Benedicto XVI en 2011.
Entre los cambios se destacó que cualquier persona bautizada, incluidas las mujeres, podrá dirigir los departamentos del Vaticano, espacios que hasta el momento estaban dirigidos por clérigos, generalmente cardenales.
El año pasado, el Papa protagonizó viaje apostólico número 45 al exterior, el más largo y lejano de su pontificado, que abarcó doce días de gira por cuatro países del sudeste de Asia y Oceanía.
Pero posteriormente también se trasladó por Europa, más precisamente a Bélgica y Luxemburgo.
Opuesto naturalmente a toda guerra, condenó la utilización del nombre de Dios por parte de fanáticos de las religiones y abogó por la unión de todos los credos en pos del bien común y la felicidad.
En el estado Vaticano el cónclave de cardenales, estaba reunido para elegir al sucesor de Pedro.
Aquella tarde gris en Roma una gaviota Argentos se posó sobre la chimenea antes de la salida del humo blanco señal que anunciaba el final de la elección.
Un cardenal muy emocionado anunciaba en latín: Habemus papam Jorge Mario Bergoglio. Una alegría para toda la comunidad católica y una gran emoción para todos los argentinos.
De Buenos Aires a Roma el pastor de almas que caminaba las calles porteñas que daba misas en las villas un amigo de los cartoneros.
El cura papa que eligió Dios, salió al balcón y saludó a los fieles reunidos en la plaza San Pedro Pidió: Recen por mi y los bendijo.
Con humildad y con hechos. anuncia una nueva Iglesia pobre para pobres. Con humildad, el perdón y la caridad sigamos el camino, del papa argentino.
Escritores independientes homenajean al Papa Francisco. Emitido en vivo el jueves 12 de junio de 2024 en Radio Comunitaria Quimunche, Las Perlas, Río Negro.
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Lecturas
El Papa Francisco (de Nuncio Agostino)
Jorge Bergoglio, de sacerdote de Flores a Papa jesuita y reformador de la Iglesia (de Pablo Montanaro)
Adiós al Papa Francisco, el último peronista (de Emiliano Sapag)
Dientes de flores, cofia de rocío, manos de hierbas, tú, nodriza fina, tenme prestas las sábanas terrosas y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. Ponme una lámpara a la cabecera; una constelación; la que te guste; todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes… te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza unos compases para que olvides… Gracias. Ah, un encargo: si él llama nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido…
Bajo sus lomos rojos, en la oscura caoba, Tus libros duermen. Sigo los últimos autores: Otras formas me atraen, otros nuevos colores Y a tus fiestas paganas la corriente me roba.
Gozo de estilos fieros anchos dientes de loba. De otros sobrios, prolijos cipreses veladores. De otros blancos y finos — columnas bajo flores. De otros ácidos y ocres tempestades de alcoba.
Ya te había olvidado y al azar te retomo, Y a los primeros versos se levanta del tomo Tu fresco y fino aliento de mieles olorosas.
Amante al que se vuelve como la vez primera: Eres la boca dulce que allá, en la primavera, Nos licuara en las venas todo un bosque de rosas.