viernes, 19 de diciembre de 2014

"Soy de Cipolletti"

A pedido del Diario Río Negro, que la publicó en su edición on line http://www.rionegro.com.ar/diario/soy-de-cipolletti-5485210-9522-nota.aspx.
Todo empezó el 20 de marzo de 1994. Yo tenía 10 años. Mi hermano le insistía a mi viejo que nos lleve a la cancha porque venía Alvarado, que tenía jugadores famosos de primera división. Fuimos pensando en eso, y finalmente ni registramos a esos jugadores. No podíamos creer la marea de gente de blanco y negro. Un lleno total y con una pasión increíble. Fue el día del famoso gol de Pablo Parra de la mitad de la cancha, "a Passarella que lo mira por TV" cantábamos. Ahí me enteré que volvía de un año a préstamo en River. Pasaron 20 años y me acuerdo todo de ese partido y de ese día, empezaba una nueva vida evidentemente.

Conocí ciudades de todo el país durante años siguiendo al albinegro. Desde viajes a finales a Olavarría y a Córdoba donde se armaron caravanas típicas de equipos grandes, hasta partidos donde éramos un puñado. Tres veces me tocó ser el único hincha que viajó desde el Alto Valle a ver a Cipo. En dos viajes a Arroyo Seco, provincia de Santa Fe, donde iban albinegros de Rosario, Córdoba y Buenos Aires, pero quedaba a tras mano para viajar desde el valle. Y una vez a Lincoln donde también acompaña gente de Buenos Aires. Eso siempre me llenó de orgullo. Nunca estuvo solo Cipolletti, aunque sea un hincha hubo juegue donde juegue, sea día de semana o una cancha ignota a miles de kilómetros y partidos en los que no se jugaba nada.

La alegría más grande fue salir campeones del Torneo Argentino B 2006/2007. Fue increíble, con un presupuesto bajísimo, todos pibes del club, yo los había visto ganar la liga con partidos sin gente. Y en ese torneo lo seguí por todo el país, Cipolletti fue local en todos lados, conocí amigos en canchas a cientos de kilómetros que quedaron para toda la vida, y ese equipo reflejaba la pasión de los hinchas. Ganaron en todas partes, todos los clásicos, las finales, y todo con los pibes del club. Me acuerdo que Roca tenía mucho apoyo del gobierno, y los clubes de Neuquén tenían mas presupuesto. Pero siempre se hacen mejores campañas cuando los jugadores son hinchas, fue el déficit del último torneo. Cipolletti siempre ha tenido ese plus y lo debería recuperar. Por más justificación y merecimiento, de ser un buen equipo a ser un equipo campeón hay un trecho de madurez y excelencia que en la región sólo Cipolletti logró ascendiendo al Argentino A, y lo hizo desde el semillero. Como anécdota, en mi alegría más grande no pude festejar. En la final en Olavarría me agarré neumonía. No debí, pero fui a la revancha en La Visera y no pude ni gritar los goles de lo mal que estaba. Además del frío bonaerense, los nervios me postraron. Salimos campeones y me recuperé lo más bien.

En ese torneo, como en el último que pasó, Cipolletti hizo crecer hasta a los demás clubes. Es notable como la gente de otras ciudades acompaña a su equipo cuando comparte categoría con Cipo. Y cuando no, están rogando a la gente que vaya a la cancha.

La tristeza fue cuando perdimos la final del Apertura 2003 contra Racing de Córdoba. De entrada sabíamos que no había chances de ganarles, pero nos ilusionamos mucho con el 3 a 1 a favor en La Visera. Racing tenía jugadores de primera división, y hasta con pasado en la selección Argentina. Era el mejor presupuesto contra el peor. Viajamos 700 a Córdoba, desde todo el país, gente de Salta, de Buenos Aires y una caravana tremenda desde el Alto Valle. Mas allá que fueron superiores, con unos jugadores que simplificaban todo, en el penal que no le dieron al Coco Landeiro en el primer tiempo quedó claro que tenían todo listo para dar vuelta cualquier resultado.

El club me dio todo. Amigos, pasión, sueños. No me imagino como sería mi vida sin el club. Como resumió Eduardo Sacheri, el fútbol me entrenó emocionalmente para disfrutar las cosas hermosas y soportar las tragedias crueles que tuve en la vida.

Desde la difusión por internet encontré mi manera de devolverle al club la contención que me da. Obviamente nunca gané un mango por eso, ni me importa. Como decía Alberto Lamuedra, nos da una satisfacción espiritual que no encontramos en otro lado. Gracias a eso me ha pasado que mis ídolos me paren por la calle y me hablen como si nada, mientras a mi me tiemblan las piernas por tener como un mero interlocutor a quien alegró tanto mis días. Recuerdo las caras de los jugadores cuando me veían de visitante en provincias lejanas y peleando por nada. Que los jugadores me regalen camisetas sin pedírselas, que salga de ellos, es impagable. Calculo que lo han hecho por el apoyo y el aliento permanente. Es mucho mas lindo que buscar un rédito.

Cuando estoy en La Visera, o en cualquier instalación del Club Cipolletti, me siento como en mi casa. Es mi lugar en el mundo sin dudas. No me tocó la mejor parte de la historia de mi club. Ha jugado muchos años en primera, en La Bombonera, en el Monumental, con hazañas que quedarán por siempre en la historia del fútbol de la Patagonia. En los últimos 20 años me tocó una alegría cada una década de decepciones. Pero no me importa. Cipolletti fue, es y será la pasión de mi vida, así haya que alentarlo año a año en la tercera, cuarta categoría, o en la Liga Confluencia.

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