martes, 14 de abril de 2020

Gran jugador, peor persona - Cuento de Sebastián Sánchez

Leído en el programa Qué Grande, en Radio Comunitaria Quimunche.

Me dicen de todo, pero no es justo. ¿En qué manual de periodismo dice que el periodista tiene que defender al ídolo? ¿Defenderlo de qué? El periodista tiene que comunicar y punto. El ídolo se tiene que defender solo. Y ahora los periodistas deportivos me miran con recelo, algunos me saludan por compromiso nomás. Yo hice mi trabajo, los que no son futboleros son los únicos que me bancan. ¡Yo sí soy futbolero! Pero la ética no la negocio. Tuve una materia que se llamaba “Ética y deontología”, me gustaría saber cuántos la cursaron, de esos que ahora me acusan de barbaridades.

Lucas jugaba como los dioses, yo lo admiraba. Todos nos hacíamos los fanáticos del fútbol neuquino, que apoyábamos al club que nos representa, pero en el fondo íbamos a verlo a él. Si Lucas no jugaba, no iba ni la mitad de la gente a la cancha, te lo aseguro. ¡Qué jugador! La pelota siempre al “10”, como dice la canción. Y el “10” le pegaba como los dioses. Metía unos pases que no vi en mi vida. Con un solo movimiento de cintura, los hacía pasar a todos de largo. Aparte era guapo, le pegaban y seguía firme. Un crack con todas las letras, de esos que marcan una época. Metió goles de tiro libre, desde todos los perfiles, colocándola donde quería. Acomodaba la pelota, la soltaba a medio metro del piso y la dejaba reposar liviana en el pasto. Cuando retrocedía midiendo la distancia al arco, ya todos palpitaban el gol. Hizo goles desde la mitad de la cancha. Y tres o cuatro golazos olímpicos, sabían que iba a probar, y los metía igual.

De los nueve campeonatos de liga neuquina que consiguió “la academia” en los últimos quince años, no sé si hubiese ganado dos o tres sin Lucas Pardal. Lo vinieron a buscar de todos lados, del Torneo Argentino, un par de veces del Nacional B, pero no quiso saber nada. No lo corrían con plata. Tenía su laburo en la muni, y su familia, y no se quiso aventurar a irse. Le sobraban condiciones para el fútbol de ascenso.

El tema de la lesión fue en un momento bárbaro, no parecía de 36 años, lo veías jugar y le dabas 30, estaba impecable. Y como ese partido contra Limay no tenía demasiada importancia, no había tanta gente en la cancha. El pibe que lo lesionó tenía 17, apenas si había jugado, después el entrenador diría que se venía sacrificando mucho para estar en ese partido y por eso le dio la chance. Al minuto que entró, justo recibió Pardal, se acomodó en dos trancos y metió un pase cruzado a un delantero. Un segundo después llegó Milton Yañez, con los pies para adelante. Y lo destrozó.

En las tribunas nos pusimos todos de pie. Porque veíamos que los que se acercaban a Lucas Pardal, se retiraban con las manos en la cabeza. Algo malo estaba pasando. Decí que las filmaciones son en baja definición y había mucha gente alrededor. Porque no sé si la gravedad del momento me distorsiona el recuerdo, pero yo vi hasta el hueso blanco. Y debe ser así, porque uno de los que ayudó a subirlo a la ambulancia se puso a vomitar.

Por más crack que seas, una fractura expuesta a los 36 años retira a cualquiera. Encima en la zurda. Nadie pensó que podría volver a jugar. Pero se recuperó, se entrenó, y lo fueron a buscar para aquellas semifinales del Federal, no les costó mucho convencerlo. Ya tenía 38 pero todos los neuquinos queríamos que se retire campeón. ¡Qué mejor que verlo ascendiendo a un club neuquino al Nacional B por primera vez!

“La academia” tenía un equipo firme, pero en la semifinal fue Pardal más diez. Intacto volvió. Hecho un pibe. Nadie se acordó que venía de tremenda lesión. Gracias a él, todos nos empezamos a imaginar a Neuquén en el Nacional B. En el diario estábamos como locos. En la tapa todos los días nos pedían algo de la final. Los de política, los de policiales, todos dale que dale con qué íbamos a poner al otro día. Había una manija tremenda porque por primera vez la gente leía más las notas del fútbol de Neuquén que las de Boca y River.

Y se me ocurrió ir a ver Milton Yañez, y preguntarle si iba a ir a la cancha a ver la final. Era una linda nota de color. Al pibe lo habían destrozado por lesionar al ídolo. Jugó algunos partidos más, bah, fue al banco, pero le gritaban delincuente, mala leche, anti fútbol, y todos los insultos que te puedas imaginar. Entraba y los mismos rivales le daban duro, de bronca nomás. Y aunque parecía no importarle mucho lo que le gritaban, dejó el fútbol. Así que de paso, me parecía una buena manera de redimirlo al pibe. Que diga que llegó tarde, que fue sin querer, que va a ver el partido, que le desea lo mejor para el ascenso, y punto. Nunca me imaginé que sería la nota más fuerte en mis 30 años en los medios.

El pibe vive con la madre en una casita de dos ambientes, cerca de una toma. Me costó encontrarlo, no tiene redes sociales. Fui al club donde jugaba, y preguntando conseguí su teléfono. Pero recién a la noche vio mis mensajes y llamadas perdidas. Me dijo que no quería hablar, que estaba laburando. De a poco le fui sacando data, y largó en qué supermercado trabaja. Al otro día lo fui a ver ahí, y me dijo que se estaba yendo para la casa. Me esquivaba todo el tiempo, me pareció raro, pero ya era un objetivo personal conseguir esa nota aunque no tenga tanta relevancia. Así que le pregunté si lo podía acompañar a la casa, de mala gana me dijo que sí.

Entré, y la madre me miró torcido. La saludé cordialmente, y cuando me empecé a presentar, me restó importancia y me dejó hablando solo. Muy precaria la vivienda, como te decía, pero se notaba que todo lo tenían por esfuerzo propio. Le pregunté a Milton y me dijo que la casa la construyó el con su mamá y algunos vecinos y amigos, de a poco me fui ganando su confianza.

Para entrar en el tema, le dije, “así que no te veo enchufado con el fútbol, no vas a ir a la cancha, ¿no?”. Esperé que me conteste para ver cómo armar mi nota, pero me sorprendió. Me miró fijo y me dijo “odio el fútbol, ya hice todo lo que tenía que hacer y listo”. Adiós a mi título: “No quise lastimar a Pardal, le deseo lo mejor”:

- Me estás diciendo que lo lesionaste a propósito.
- Sí, me preparé años para eso, sabía que Dios es justo y me iba a poner frente a él.

Me quedé mudo, y Milton siguió:

- ¿Vos sabés lo que es el frío?
- Sí.

Contesté rápido pero totalmente descolocado, Milton ya no esperaba mi respuesta.

- Sabés lo que lo es el frío a la mañana en la puerta del supermercado, en la Catedral, en la terminal. Sabés lo que es sufrir durante horas el frío y terminarte acostumbrando cuando no tenés mucho abrigo.

Solo lo miré.

- Bueno yo sí sé lo que es el frío. Me acuerdo y lo siento todo el tiempo. Pidiendo con mi mamá porque no teníamos para comer, porque no podía trabajar, porque no tenía con quién dejarme, ¿no tenés ni idea lo que es la humillación, no? Que pasen abrigados y comiendo frente a vos, y te miren mal, y vos retorciéndote del hambre y del frío.

Lo seguí mirando. Empecé a suponer que la lesión a Pardal, al ídolo, era una patada a la ciudad como reclamo de justicia por el frío, el hambre, y la humillación. Pero Milton continuó su monólogo.

- Encima esa basura pasaba con el bolso y nos miraba de reojo, apuraba el paso, le sonreía a sus hijos, ni vergüenza le daba.

Pobre Pardal, pensé, qué podría hacer. No puede ayudar a todos los que ve en situación de calle. Y ser ídolo lo pone en la lupa. Pero pensé eso porque no tenía ni idea de lo que estaba por escuchar.

Por fin se sentó Milton, me miró de frente, y agachó su cabeza como para adentrarse en mi mirada, y que me quede claro lo que me iba a decir:

- Ese sorete dejó embarazada a mi mamá hace 19 años, y nunca se hizo cargo. Nos dejó tirados a los dos. Y todos lo tienen como ídolo.

Me quedé helado. Rápidamente calculé que Milton es su hijo.

- Pero Pardal es casado.

Repliqué asombrado, sabiendo que eso no le hacía perder credibilidad al relato de Milton.

- Sí, una tía me contó que ese forro se estaba por casar, por eso abandonó a mi mamá cuando se enteró que estaba embarazada.

Abrí grandes los ojos y la boca. No tuve otra respuesta.

- Y ustedes los periodistas que no le dan ni bola a la gente que sufre y se muere de frío en la calle, todos los días hablando de Pardal como el rey, como el ídolo. Sabes las veces que vi a mi mamá llorando por no tener para darme de comer. Las veces que la vi retorcerse del dolor de panza por no comer, por darme de comer a mí, las veces que la vi rompiendo la tapa del diario en las que salía tu ídolo.

Entendí el resentimiento de Milton a mi trabajo, pero de alguna manera me había ganado su confianza y busqué terminar de atar cabos. El objetivo ya era otro, dentro del impacto por la terrible revelación, me concentré en cerrar la historia.

- ¿Pardal sabe que es tu papá?
- Pff, papá, ponele. Lo sabe, por qué te crees que cuando en el diario le preguntaron por mí, no quiso responder nada.
- Ah claro, no me acordaba de eso.
- Bueno yo me acuerdo de todo.
- Y si no te gusta el fútbol, ¿cómo llegaste a jugar en Limay?

La respuesta de Milton me la fui imaginando en la medida que la comprobaba con su relato.

- En el barrio me encaró un tipo diciendo que siempre me veía en la calle, y que vaya al club si me gustaba jugar al fútbol. Que necesitaban jugadores con mi contextura física y lo demás se aprende. Al principio no le di pelota. Pero después me di cuenta que podía romperlo como tantas veces había pensado, y sin que me metan en cana. Y que no juegue más. Y vos me venís a preguntar si voy a ir a verlo salir campeón.

- ¿Jugaste al fútbol solamente para eso?
- Sí, sabía que Dios me iba a dar esa revancha. No la desaproveché. Y lo volvería a hacer.
- ¿El técnico y tus compañeros sabían quién es tu padre, y lo que le ibas a hacer?
- Lo de padre, es un decir. Mi vieja fue la madre que correspondía y todo lo que el padre no fue. Y no, no se lo dije a nadie, porque sino no me iban a dejar jugar. Usted es la primera persona que le cuento esto. Porque me insistió. Pero creo que necesitaba decírselo a alguien.

Me saqué los lentes, me froté la frente, ya tenía todo lo que necesitaba. Sin dudas, Pardal iba a volver a la tapa pero esta vez iba a revolucionar el mundo del fútbol, y a solo tres días del partido más importante del fútbol neuquino.

- Lucas, no tenés que desconfiar así del periodismo, este tipo podrá jugar bárbaro y salir campeón. Pero los periodistas contamos las cosas como son, no nos casamos con nadie.

Ni colorado me puse hablando de mis principios, como si los compartiera con todos mis compañeros periodistas.

Llegué al diario a las 20 h. Solo estaban Cristian y Evangelina, cerrando todo. Cuando les conté lo que tenía, les pareció fantástico, ya que ellos lo vieron como noticia y no como fanáticos. Fue tapa principal, tapa de deportes, y se imprimió.

Sabía que la noticia era fuerte. Pero el revuelo en general era imposible suponerlo. La gente lo iba a mirar distinto, lógico, pero de ahí a que no juegue, y que se pierda una chance única para ascender al Nacional B, no estaba dentro de lo imaginable.

Igual para mi, lo más difícil fue sacarle la camiseta número 10 con el nombre de Pardal a mi nene, que la lucía orgulloso. No me animé. Se la escondí, la buscó un par de veces, y se entristeció, pero se le pasó por suerte. Pero no merezco que me diga “papá”, si permito que mi hijo tenga como referente a un tipo que no se hizo cargo de su hijo.

Y bueno, como te decía al principio, ahí me señalaron a mi como el culpable por el campeonato perdido. Fueron menos diez sin Pardal. En la redacción me miran mal a mí, ¡me echan la culpa a mí! Me da una bronca. ¿Está bien que haya abandonado a su hijo? ¡Nunca se hizo cargo! Ya sé que no jugó por los escraches, las minas lo escracharon por todos lados, pernoctaron en la puerta de la casa, pero ¿qué es peor? ¿eso o no hacerse cargo de un hijo? A nadie le importa lo más importante, me di cuenta de eso.

Me acusaron de apoyar a las “feminazis”, ¿podés creer? Primero, no fui a hacer esa nota a propósito, solo descubrí la verdad, o sea, hice mi trabajo. Y segundo, les dicen nazis a las minas por justicieras, y tratan de salvar a ese imbécil solo porque juega bien al fútbol. ¿Tan torcidos pueden estar los valores? ¿Se escucharán cuando opinan? Hasta un tarado usó ese término en la radio.

Todos esos días que siguieron a la final me tuve que bancar un ambiente de porquería, una hostilidad muy fea y muy injusta contra mí. El fútbol parecía más importante que una basura abandonando a su hijo. Fue muy triste. Me decían que eso de Pardal es personal, que no hay que darle bola, ¿podes creer? Me comí cada escena, cada planteo. Parece que nunca hubieran pisado una facultad de comunicación.

Pero después me di cuenta que es mejor que me haya pasado. Pude ver bien a quienes tengo a mi alrededor, sin caretas. Y la verdad que todos somos compañeros de laburo. Pero como amigos, ahora puedo elegir a los que me apoyaron por hacer mi trabajo, y no a los hipócritas que prefieren que el equipo de la ciudad salga campeón para vender mejores notas, y se hacen los moralistas después con otras cuestiones.

Neuquén es grande, puede y merece poner un equipo en el Nacional B. Tarde o temprano lo va conseguir, el fútbol siempre da revancha. Yo duermo tranquilo, con la ética intacta. Y Pardal se fue a vivir no sé adónde. El fútbol es lo de menos. Milton salió en el diario por pegar una patada, y Pardal tiene mil tapas. Pero ese chico tiene toda la dignidad que siempre le va a faltar al ídolo.

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