Leído en el programa Qué Grande, en Radio Comunitaria Quimunche.
Había llegado información a mis oídos mucho antes que todo esto comenzara pero descreí totalmente. Rumores de que muchas personas perdieron la vida durante sus conexiones de clases virtuales en diferentes plataformas y medios también cobraban fuerza día tras día. Algunos sobrevivientes, en comunicaciones de radio, han contado que las personas solo se quedan pegadas a sus computadoras, tabletas o celulares, y solo observan como sale desde las cámaras de los dispositivos un fulminante rayo que les perfora y revienta el cráneo, si tienes suerte de tener una muerte rápida.
De lo contrario un sobreviviente de Canadá habló abiertamente en radio sobre la muerte de su hermano, relatando que una criatura retorcida salió de su computadora abalanzándose sobre él, dando un certero zarpazo que le cercenó la cabeza del cuerpo.
Lamento decirles que todo esto se volvió una locura, lo que al principio era un rumor terminó siendo realidad. Nadie sabe cómo pasó pero las personas están muriendo durante las conexiones a internet o solo por usar cualquier artefacto tecnológico.
- ¿Alguien puede oírme?- repetí varias veces tomando el micrófono de la VHF.
Por alguna razón los equipos de radio son inmunes a este virus tecnológico, yo no he descubierto aun el por qué.
Repliqué varias veces en diversos canales abiertos girando la perilla de la consola principal.
-No usen nada de tecnología por favor, salvo que tengan radios para comunicarse- he perdido a mi familia por este virus, mi esposa y mis hijos han muerto, no pudieron resistir la abstinencia.
Nueva información: En algunos casos solo explota el dispositivo que están usando causándoles la muerte inmediata, en mi caso pude deshacerme de todos los artefactos tecnológicos que tenía en mi poder, solo los saqué a la terraza y los incineré. Esas porquerías chillaban como cerdos en matadero mientras el fuego las devoraba por completo.
Volví a presionar el botón del micrófono de la radio una vez más con la entera esperanza de que alguien en algún lado pudiera escucharme.
- ¿Alguien puede oírme?- quizás dentro de esta habitación no tengo mucha señal, pensé, y la torre está en la terraza. Con toda prisa desconecté la radio y la llevé al techo. El cielo se tornaba de un color de extraños tintes rojizos y verdosos.
Conecté con toda rapidez mi radio, mientras mi visión se apartaba de mis labores producto de los gritos de la gente que se tiraba por los balcones y ventanas de los edificios. No podía creer lo que estaba sucediendo.
Una mujer trataba de enfocar con su teléfono el cielo y la gente que caía de los edificios para tomar una perfecta selfie. Pero desde el teléfono emergió una especie de gelatina oscura que se apoderó de su rostro, la mujer cayó al piso gritando y retorciéndose hasta que quedó paralizada.
Puedo escuchar gritos de todos lados, gente que corre por las calles como animales, un chico con auriculares se azota la cabeza contra la pared. Veo a otro en la esquina, su cara de pavor y sus ojos desorbitados mientras intenta sacar de su muñeca un reloj que le aprieta cada vez más dejando ver un hilo de sangre que le corre hacia la parte baja de la mano, escurriéndose por sus dedos que ya se tornan de color morado.
En medio de ese pandemónium y terminada la conexión de los cables, el destartalado y viejo parlante de mi radio emitió algo.
- Hola, ¿me escuchan? Por favor, alguien- era la voz de una niña.
Inmediatamente tome el micrófono y conteste.
-Hola, Hola, te escucho fuerte y claro, ¿cómo te Ilamas?
-Soy Lucia, tengo 6 años, estoy en la escuela 204.
- ¿Estas bien? soy Juan- conteste rápidamente, y seguido otra pregunta más.
- ¿Con quién estas?
- Estoy sola, tengo mucho miedo, todos acá desaparecieron- Continuó.
- Las sillas y mesas de la sala estaban vacías, corrí a la sala de los maestros porque escuché que alguien hablaba en la radio.
-Está bien, quedate ahí, no toques nada que sea tecnología, iré a buscarte- intenté de esta manera brindarle tranquilidad a la pequeña.
Pero yo que siempre fui inseguro y temeroso debía hacer algo al respecto, no podía dejar a una pequeña sola y que algo le pasara. Me tomé un momento para poder decirme a mí mismo que si podría hacerlo y darme fuerzas.
La escuela 204 quedaba a unas quince cuadras de mi casa, mientras bajaba de la terraza ideaba un plan para poder rescatar a esa pequeña niña indefensa. Salí de la cocina, abrí la puerta para entrar al garaje y tomar el auto, pero no estaba. El portón estaba todo destrozado. Tendría que caminar en medio de toda esa locura para llegar.
Los autos se movían solos sin conductor, atropellando a la gente que corría por la calle, mientras esquivaba personas desesperadas y cuerpos en el piso. Al doblar en una esquina vi tirada una bicicleta, la tomé inmediatamente sin dudar y salí pedaleando a toda prisa pues era tracción a sangre sin nada raro, nada podía pasarme. Otras personas corrían atrás mío intentando golpearme para poder quitarme la bicicleta al ver que nada me pasaba.
Pude llegar a la escuela en poco tiempo, bajé de la bicicleta en movimiento viendo como esta se estrellaba contra un paredón. Ingresé a la escuela, no había nadie, estaba desolada, yo no dejaba de pensar cuántas criaturas muertas habría adentro. Esa imagen en mi mente me perturbaba en demasía.
- ¿Lucia? Estoy aquí soy Juan- hablé en tono fuerte para que pudiera oírme.
- Estoy aquí en la sala de maestros- dijo la pequeña para guiarme a destino valiéndome de su voz.
Corrí atravesando el pasillo, el corazón parecía salirse de mi pecho. Al llegar al final del pasillo pude ver el cartel que decía Sala de Maestros. Inmediatamente empuje la puerta con todas mis fuerzas.
Me sentí un verdadero estúpido al ver un pequeño celular con una funda rayada por fibras de diferentes colores apoyado en el micrófono de la radio.
- ¡Te engañé! sonó la voz de la pequeña y tras eso unas burdas risotadas tras de mi.
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