viernes, 1 de julio de 2011

Al Nono y Kika

Ellos me enseñaron a sonreír. Jugando a las cartas, contándome chistes, anécdotas, mitos, mintiéndome diciendo que Belgrano invento la bandera mirando al cielo, y al día de hoy prefiero creerlo para que ellos no estén equivocados.

Ellos se dejaron ganar y se divirtieron dejándome ganar a cuanto juego de cartas o de mesa fue necesario "para que no llore" como, escondido, los escuchaba confesar sonriendo. Ellos son los momentos inolvidables, tardes completas, noches que dormí en su departamento, esperar los viernes para salir temprano de la escuela e ir a pasar la tarde con ellos. Y hasta el año y medio de vecinos en el que les habrá dolido que los visite sólo una vez, porque nadie les quiso decir: “Entendelo, Sebastián está enfermo, tiene problemas de salud difíciles”, y lo bien que hicieron porque les hubiese dolido más que a mi.

Igual en mi recuerdo y en el de ellos quedarán los momentos lindos, como la primera vez que fui a ver a Cipo, que hoy es mi gran pasión. El Nono cumplía 79 años y fue la última vez que fue a la cancha. Justo él, que toda su vida siguió con toda su pasión a Estudiantes de La Plata. Que hace emocionar a cuanto pincha se le cruce relatándole el gol del Nolo Ferreyra, emocionando al interlocutor que lo mira incrédulo cuando le dice “yo estaba en la cancha” y sigue contando los detalles que no están en los libros pese a que ese gol hasta es cuento corto del maestro Eduardo Galeano.

Y sin rencores ni odio porque sus hermosos corazones no lo permiten. Así como cada uno se confiesa radical de toda la vida pero hoy “votaría a Cristina si pudiera, porque me gusta la presidenta”, los dos lamentan hoy el descenso de su enemigo Gimnasia “porque es de La Plata”.

Sin embargo nunca me voy a olvidar el “querido, escuchamos el partido de Cipo con La Plata, ¿sabes quien queríamos que gane? ¡Cipo mi amor! ¡Por ustedes!”. Tampoco olvidaré jamás cuando volvía de la cancha y Andrea me contaba que tras cada gol de Cipo, el Nono pegado a la radio cerraba los puños y gritaba “¡Leonardo y Sebastián! ¡Leonardo y Sebastián!”.

Nosotros se lo pudimos devolver regalándoles la camiseta del pincha firmada por Luciano Galletti, con dedicatoria y todo, tuvimos mucha suerte en conseguir la reliquia hay que confesarlo. Hoy la tienen en un cuadro que le muestran con orgullo a todos los que entran a su departamento. ¿Y saben qué? Señalan que dice “para Arnaldo con cariño, Galletti”, pero los ojos les brillan más cuando dicen “me la regalaron los chicos”.

Por eso mi hermana Andrea, fanática de Boca, y yo, queríamos que Estudiantes le gane a Boca la final del Apertura 2006. Para que el Nono lo vea campeón una vez más. Si hago memoria creo que hasta recuerdo que lo empujé a Pavone para que salte un poco más que el arquero de Boca, y mi hermana lo sostuvo de la cintura a Bobadilla, y todos acompañamos ese interminable camino de la pelota hacia la alegría grandiosa de mis abuelos, que con el puño cerrado gritaban “¡y dale pincha dale!” frente a un televisor tan viejo como los anteriores milagros pincharratas.

Después vino la Copa Libertadores del 2009 con vuelta olímpica en Brasil, y la consagración nacional otra vez en el Apertura 2010. Cuánta alegría sentir y saber que Estudiantes es el mejor, que mis abuelos son los mejores de todos, que nadie es superior a ellos. Aunque ellos no se acuerden. Aunque la memoria prodigiosa del Nono a largo plazo lo haga evocar una y otra vez al Pincha tricampeón de América y único equipo en salir campeón del Mundo en el mítico Old Trafford ante el Manchester United. Esa memoria prodigiosa ahora es inversamente proporcional a su memoria a corto plazo, que le impide hablar del equipo de Sabella que le cambió el tri por el tetracampeón de América y dos campeonatos más en Primera división. Pero aunque ellos no lo sepan ni se acuerden, todos sabemos que son los mejores, tanto ellos como su querido Estudiantes. ¿Cómo no voy a querer a Juan Sebastián Verón si les dio tanto? Y ellos que todas las tardes me contaban algo lindo de su papá Juan Ramón.

Tal vez por eso mi rencor eterno a Lío Messi, que es un buen pibe, impecable jugador, pero le impidió a mis abuelos ser los mejores del mundo. El no lo sabe y le importa tanto como cantar el himno, pero nunca se lo voy a perdonar. Juega en uno de los mejores equipos de la historia del fútbol, el actual Barcelona, pero la mística pincharrata los hizo asustar y transpirar mucho más de la cuenta, hasta que Messi definió el título mundial para los españoles y Estudiantes volvió a La Plata con un dignísimo subcampeonato. Con la frente bien alta, ya no invencibles pero igualmente los mejores de todos, como ellos.

Entre tanto amor nos enteramos que no eran nuestra sangre. ¿A mi me lo quieren hacer creer? Ellos me enseñaron a vivir, a amar y a ser bueno. A ellos los tengo en mi sangre le guste a quien le guste. Hoy estoy acá, en el medio de la nada y escribiendo mis sentimientos en el celular. Trabajando para la petrolera más grande del país pero solo. Acá hay muchos Sánchez, a mi me dicen “del Intento” y recibo el nombre con orgullo.

Estoy haciendo el esfuerzo lejos de todos ya no para escaparme de mis problemas, sino para ir ahorrando por el futuro que planeo con Mariana, el amor de mi vida desde hace 6 meses y para siempre. Aprendiendo de los errores propios y perdonando los errores ajenos que me llevaron a caer en mi más profunda depresión en el 2008, y con una tragedia en 2009 que no me ayudó en nada. Agradecido a personas que hice sufrir con mis problemas y me demuestran que me perdonaron. Como ellos, que no lo saben capaz, pero les falle como nieto y como vecino y me perdonaron. Ellos siempre me van a perdonar.

Hoy el Nono está viejo. Y digo hoy porque el Nono a los 79 recién cumplidos en la popular de La Visera, a los 80, a los 85, a los 90, era un pibe, pero hoy está viejo. Y no quiero explicar los síntomas que lo demuestran porque me duelen más a mi.

A mi novia no le apasiona el futbol, pero me explicó que le duele que le hablen mal de River porque siente que se lo están diciendo a su querido abuelo que ya no puede defenderse. Como en tantas cosas, ella me hizo entender algo que estaba oculto en mi. Esa camiseta de Estudiantes que me puse con orgullo desde chico no es la camiseta del club de La Plata tetracampeón de América y Campeón del Mundo. Es la camiseta del amor mutuo de mis abuelos. Ese amor que a ellos los lleva a decir con firmeza “yo soy del pincha y también quiero que gane el Cipo”. Y que a mi me lleva a defender cada vez más a Estudiantes, en la medida que ellos no pueden hacerlo por el incesante avance de su vejez.

La camiseta de mi pasión futbolera es y será solamente albinegra, como el escudo que siempre voy a tener tatuado en mi corazón. Y toda la vida me voy a poner y defender la camiseta de Estudiantes, sí, me voy a poner y defender la camiseta del amor interminable del Nono y Kika. Porque les aseguro que si hoy se cruzaran Cipolletti contra Estudiantes, ellos irían por Cipo “por Leonardo y Sebastian”. Y yo les confieso que no me dolería perder ese partido por el club de mis amores, sino porque ellos también ahí querrían dejarme ganar para que esté contento.

Sebastián Sánchez.

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