martes, 8 de noviembre de 2011

“Cipolletti es parte gigante de mi vida y de mi corazón”

Hermosa tarde de sol en La Visera. Henry Sáez encara sin marca al arco de calle O’Higgins, persistente, incansable, falta poco para que termine el partido. Hace dos partidos que lo ponen de titular y no puede convertir un gol. Está nervioso, fastidioso, pese a la tranquilidad que le transmite el técnico Perilli y el goleador Padua. Quiere meter un gol en Cipolletti, es el sueño de su vida. Le sale el negro Pereyra, un monstruo dispuesto a impedir con su imponente presencia el sueño del ‘Goldo’. Cipolletti le gana 2 a 0 a Real Arroyo Seco y Sáez quiere su gol de una vez por todas. La tiene fácil pero no se decide a colocar el balón sobre la salida de Pereyra, engancha para afuera y enfrenta tres nuevos obstáculos: Pereyra es muy grandote y se va a arrojar al balón como un tigre a su presa, cierra un defensor rival por atrás de Pereyra, y el ‘Goldo’ se acomodó para definir con la derecha que es su pierna menos hábil. Parece un siglo hasta que Sáez define, parece que uno de los dos rivales va a dejar al ‘Goldo’ sin sueño por esta noche. Pero la pelota entra y La Visera estalla. Henry Sáez lo grita con el alma, los compañeros corren a abrazarlo pero él se dirige directamente a su amigo Julio Ibáñez. La 69 corea “olé olé olé olé, Goldo, Goldo”, seguramente muchos de ellos jugaron con él los torneos infantiles, el resto de La Visera se contagia en el canto gozoso. El ‘Goldo’ llora, no puede parar de llorar. Emoción, desahogo, alegría. El partido se sigue jugando y el ‘Goldo’ sigue llorando. Esa noche igual no podrá dormir, tendrá insomnio de felicidad. Ese gol será un resumen perfecto de su juego y su carrera futbolística: perseverancia, sacrificio, angustia, esperanza y gloria.

De lustrar los botines de los jugadores y barrer el vestuario para que no lo echen del club, a ídolo popular. De jugar en un equipo infantil de la hinchada, a cumplir el sueño de su vida. De no poder jugar en Cipolletti por ir a misa, al debut en el Argentino A. De los préstamos a Roca e Independiente, al optimismo de Raúl Ruiz para su consagración en Cipolletti.

La amistad con Julio Ibáñez, la paternidad de Luciano Vázquez, la devoción por el sacrificio y los goles de Germán Alecha, el entusiasmo de recibir el cariño de la gente. Con ustedes el goleador de Cipolletti, el ‘Malevo’, el ‘Goldo’, Henry Nicolás Sáez íntimo. De dónde viene, cómo llegó, qué piensa, y cómo vive el fútbol el nuevo jugador del pueblo, “el último jugador romántico”.

Su nuevo compañero de ataque y amigo, Luciano Vázquez, lo dejó en la puerta del club. Henry Sáez entró sonriente, tímido, se acercó a la mesa de Cipo Pasión y se entregó al reportaje. “Es un honor para mí” nos adelantó por teléfono. Postergó una semana el encuentro porque hizo un viaje de placer con Vázquez y sus respectivas novias aprovechando el receso. “¡El viernes que viene sin falta!” Se comprometió desde el paraíso cordillerano, “ustedes díganme a qué hora y en donde” se prestó.

Elegimos un sitio escondido del bar para evitar que los saludos lo dispersen. Entrando en la noche, el bullicio del club se fue apagando al igual que la semana de actividades. Henry está muy sereno sentado en Sport Var, sólo pide una botella de agua y nos entrega más de una hora de anécdotas, confesiones, y declaraciones de amor al club.

El ‘Goldo’ es hincha de Cipolletti desde que tiene uso de pasión. Desde los ocho años de edad iba a la popular con la familia. Su ídolo, el primero que tuvo como hincha, fue Rodrigo San Martín, el ‘Metra’, aquel pibe de 17 años que en 1999 fue figura contra Chicago en el equipo de Celoria, y en la temporada siguiente le entregaron un problemita disfrazado de camiseta “10” y cinta de capitán. Más allá de idolatrar al ‘Metra’, la devoción del ‘Goldo’ y todos sus amigos siempre fue el gran capitán Henry Homann.

Dicen que en Fiorito, ‘Goyo’ Carrizo era el mejor jugador del potrero y el segundo era Maradona. Es ley, el futbolista que llega deja atrás a uno que era mejor que él. En el caso de Henry Sáez fue su hermano Denis, “el ‘Estu’ (Gutiérrez) me gasta, me dice que yo no tendría que haber llegado, y le cuenta a todos que mi hermano era mejor”.

“Mi hermano siempre vino a la cancha, pero tranquilo. Cuando yo empecé a jugar faltó que se pinte la cara nomás”. Se refiere a Denis de 25 años, su hermano más cercano y el único por parte de padre y madre. También menciona con cariño a Diego (16) y Karen (14) por parte de su papá, y Matías (14) por parte de su mamá.

Cuando Henry habla de su abuela Juana se le llena cara de amor, se nota que es uno de los seres que más ama en el mundo. El ‘Goldo’ no puede referirse a la abuela sin sonreír, ni siquiera cuando recuerda el problema que representó conseguir los permisos de la abuela cuando él lo único que quería era jugar al fútbol. La religión puso trabas en las carreras de Henry y Denis: “Todos los domingos la abuela nos llevaba a la iglesia. Nosotros entrenábamos toda la semana, y el domingo en vez de jugar la abuela nos quería llevar a misa. Desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde estábamos peleando y negociando”. Ganaban Denis y Henry y se iban a jugar al club, pero con miedo por la última advertencia de la abuela: “¡Cuando vengan con una pierna en la mano no vayan a llorar a la iglesia eh!”.

Perilli y Sícolo tuvieron que ir a hablar con Juana para que sus nietos vivan en la pensión del club, el objetivo era que se dediquen de lleno al fútbol, sobre todo Denis que pintaba mejor. No lo lograron, pero consiguieron los permisos definitivos para que el fútbol le gane la pulseada a la religión todos los domingos.

Le sobra paz al ‘Goldo’ cuando confiesa: “Como yo me crié con mis abuelos, con mi viejo siempre me llevé más o menos, pero ahora me llevo de diez con mis dos viejos. Ya pasó mi rebeldía típica de la etapa de adolescente”. Arma un podio con sus manos y ubica: “Mi abuela estaba arriba, mi hermano ahí, y el club porque estaba todo el día acá, me gustaba estar acá siempre aunque yo no juegue, miraba todos los partidos de inferiores, los mundialitos, por eso me tatué mis tres amores”.

Efectivamente, en la adolescencia se tatuó las tres cosas más importantes en su vida. Cuando lo decidió, Denis trató de hacerlo desistir del objetivo, “la abuela te va a matar, no te va a dejar, además si el que te lo hace no tiene un negocio, es malísimo”, pero nada pudo detener el ímpetu del ‘Goldo’: “Le dije que me lo iba a hacer en la espalda y la abuela no lo iba a ver”.

El tatuaje tiene las iniciales de Denis Adrián Sáez (el hermano) y Juana Carmen Espinoza (la abuela), que se sentirán orgullosos. Sin embargo durante dos años Henry le esquivó a la marca pegajosa de los ojos de la abuela, aún viviendo con ella: “Un verano mi hermano me mandó a despertarla y yo estaba sin remera, me olvidé, le digo ‘abuela despertate’, me doy vuelta y me grita ‘¡vení para acá!’… anduvo enojada como un mes”.

Cuando empezaba a jugar en las inferiores de Cipolletti, repartía los fines de semana entre la escuelita y el bloque menor del club, y el equipo de su barrio “Los cachorros de la 69”. “Me crié con todos los chicos que ahora en la popular se ven grandes, jugaba con ellos. Se jugaba por vaquillonas. Nuestro técnico era el jefe de la 69, ¡jugaba cada delincuente! Éramos todos vándalos, yo también. Mi abuela se volvía loca, no quería saber nada que juegue con ellos. Jugábamos en El Chañar, Añelo, encima jugabamos todo el domingo. Los sábados yo jugaba en el club y los domingos ahí. Cuando crecí ya no pude ir más. Yo no les contaba que jugaba en Cipolletti, algunos sabían que entrenaba nomás. ¡Cuando me vieron adentro de la cancha! Ahora se vuelven locos si no los saludo, los conozco a todos”, el recuerdo le encanta a Sáez, lo divierte haberse divertido tanto con el fútbol.

Juan Rastellini fue el único compañero de inferiores que llegó a jugar con Henry Sáez en primera. El ‘Goldo’ jugaba en la ’87 aunque es ’88. En la ’87 estaba Alan Yorno, con quien debió jugar el Mundialito Infantil pero le quedó la espina: “Me fui de vacaciones cuando tenía que jugar el Mundialito, un boludo bárbaro, me llevó mi abuelo y yo me quería matar”. Años después llegó el cordobés Ávila y fue su compañero desde quinta división.

No compuso ningún recordado equipo del semillero albinegro. Jugó en la ’87 hasta que se lesionó una rodilla, y cuando volvió Julio Torres le respetó su categoría ’88: “Éramos la peor categoría de la historia de Cipolletti, no le ganábamos a nadie, no teníamos nada, perdíamos todos los partidos. Cuando llegué a quinta división mezclaron las categorías, nosotros nos juntamos con la ’87 y limpiaron la ’88, quedamos Fernando Castro y yo”, el recuerdo es malo pero el ‘Goldo’ igual lo disfruta, sabe que los éxitos y las frustraciones lo prepararon para jugar al fútbol con tanto sentimiento.

En primera división de Liga Confluencia también tuvo su día de gloria, el 10 de julio de 2005 metió dos goles (el segundo exquisito), en la final contra Pillmatun para que el albinegro se corone tricampeón de liga en La Visera. En esos equipos donde se gestó la vuelta olímpica del Argentino B, Henry Sáez formó una sociedad ideal con Julio Ibáñez, que traspasó los límites del campo de juego: “Somos muy amigos, más que nada por amigos en común del barrio. Aparte yo me anotaba con mis amigos en el torneo de fútbol que me entere, y así lo conocí. Después él se fue a Renato Cesarini, cuando me lo encontré de vuelta en el club éramos los más chicos del plantel, en la época de Jorge Julio”.

El ‘Guante’ y el ‘Goldo’ se mueren por jugar juntos mucho tiempo en primera: “Siempre lo soñamos, cuando estábamos en el banco, cuando jugábamos la liga, decíamos que por lo menos un torneo nos toque jugar juntos. Cuando sos amigo compartís todo más allá del juego”. Juegan de memoria juntos, pero el ‘Goldo’ agrega que el Manuel Gutiérrez también es un socio que le cae muy bien: “Pasa que con el ‘Estu’ jugamos dos millones de prácticas para los suplentes, Julio jugaba siempre de titular, y cuando el ‘Mono’ (Estu) levantaba la cabeza ya sabíamos que íbamos a hacer, hasta hoy nos entendemos muchísimo”.

Cuando empezó a alternar en primera división era muy común verlo en la popular de La Visera. Sin embargo cuando Cipo Pasión lo entrevistó en el 2007 eligió a la platea como mejor ubicación para ver a Cipo, “porque en la popular putean a mis compañeros y no me gusta” alegó. Cuatro años después aclara más tranquilo: “Estaba re caliente. Tenía mucha afinidad con Manolo (Berra) y cuando llegó se lo insultaba muchísimo. Pero cuando me enojaba mucho mucho mucho mucho era cuando lo insultaban a Germán (Alecha). Yo de chico lo miraba a Germán y lo veía re agrandado, y cuando me tocó compartir el plantel con él era un fenómeno en todo sentido, como persona, como jugador, como compañero, con todo. Es un tipazo, es increíble lo buena persona que es. Yo veía todo el esfuerzo que hacía para entrenar, todas las ganas que le ponía, todas las dificultades que tenía porque es muy propenso a lesiones, todo el sacrificio que hacía, y jugaba cinco minutos y a los cinco minutos lo estaban puteando” se agarra la cabeza en la bronca del recuerdo, y agrega indignado: “¡Y me acuerdo de una entrada en calor que yo estaba atrás del arco y lo empezaron a putear! Me volvía loco, y mi novia me atajaba para que no responda. Yo soy re calentón encima, contaba hasta diez mil para no responder”.

Se desprende la admiración del ‘Goldo” a Alecha cuando agrega que uno de los goles de Cipolletti que más gritó fue el de Germán a Patronato: “Me quedé con la garganta en la mano. No me acuerdo si yo estaba en Independiente o en Catriel, pero estaba ahí atrás del arco, la cancha explotaba, y entra Germán y mete un gol. Cada vez que entraba Germán yo esperaba que meta un gol por todo lo que lo insultaban, me volvía loco”.

Es buen compañero. Todas las mañanas entra a Cipo Pasión, y no se cansa de pedirle a familiares y amigos que borren mensajes contra sus amigos del club. “He tenido cada quilombo con eso” sonríe. Sabe que es la ley del fútbol pese a que una y otra vez se define como “re calentón”.

En plena pretemporada en El Chocón llegó la propuesta de Deportivo Roca. Apenas había jugado en el Argentino A y Argentino B. El entusiasmo de Perilli por darle continuidad al ‘Goldo’ en un torneo competitivo, se transformó en misión imposible de convencer a un hincha fanático de Cipolletti para que defienda los colores de su máximo rival: “El ‘Mingo’ (Perilli) me preguntó si me animaba a ir a Roca y le dije que no, me dijo que había llegado el ‘Chicho’ Vogliotti, estaban Bruno (Weisser) y Hugo (Prieto), yo no iba a tener muchas chances, y yo era muy chico pero prefería quedarme peleando en Cipolletti”.

Perilli insistió, le dijo que le iba a hacer bien, le citó el ejemplo de los préstamos de Weisser y Prieto a Alianza, “¡pero nadie fue a Roca!” contestó el Goldo. “Parecía un pibe de cinco años en la pretemporada, estaba todo el día con puchero, corría haciendo puchero, comía haciendo puchero”, se hizo la cabeza, pensó que Perilli se lo quería sacar de encima, hasta que el entrenador le demostró sinceridad en sus augurios que era lo mejor para él: “Parecía mi viejo, me dijo que me iba a llamar todos los días para ver cómo me iba, que cualquier cosa que me pase que lo llame, que si quería volver él me iba a buscar”.

En la primera práctica se topó con hinchas de Roca comiendo un asado, Henry pasaba corriendo y escuchaba “acá hay que transpirar la camiseta eh”, “y eso que tenés en la espalda te lo vamos a sacar con esto” levantando un cuchillo. El ‘Goldo’ sigue disfrutando de los recuerdos aunque no sean los mejores: “El profe me había mando a trotar y el vago me dice eso. Me lo dijo serio, todavía no sé si fue un chiste. Encima yo era chico, tendría 18 años”.

El padre aprobó el convencimiento de Henry, el abuelo también, pero la abuela Juana pronosticó: “Te hiciste esa cosa en la espalda ahora vas para allá, mirá si te pasa algo”, “no abuela cuando uno va a sumar es distinto que si voy en contra” tranquilizó el nieto goleador.

Sólo al principio tuvo problemas con el tatuaje, algunos compañeros le pedían que no se saque la remera, que se bañe con remera, pero ya pasó todo y ahora reflexiona que era todo en chiste: “La gente me trató re bien, yo sabía que en la primera cagada que me mandaba me iban a putear, pero me trataron re bien, todos, la verdad que no me lo esperaba, los dirigentes, la gente que trabaja en el club, los chicos ¡todos! Aparte como yo llegaba de Cipolletti me tenían bien pese que había jugado poco. Me hice amigo de algunos, con el ‘Titi’ (Villanueva) me llevaba re bien, después de todo lo que lo odié porque en los clásicos me pegaba hasta debajo de las muelas, y ahora tenemos una amistad copada, con todos”. Y concluye dándole la derecha al ‘Mingo’: “¡Me re sirvió ir a Roca al final!”.

Henry siempre cantó bien, desde que jugaba en la liga sus compañeros lo aseguraban. “Mi viejo siempre tocó la guitarra re bien y cantó. De chiquito nos llevaba en los asados a hacernos cantar, a mí y a mi hermano. Después empecé a cantar en la escuela, en los actos, y en un canto bar le dediqué una canción a mi novia. A un vago le gustó y me llevó a un estudio de grabación”. Le propusieron grabar algún tema en estudio y él aceptó para dedicárselo a su novia Carina.

El asunto se le fue de las manos cuando le propusieron hacer un CD, y el apodo “el último jugador romántico” que utilizan los relatores para darle color al relato, viene del título del disco que le impusieron sus compañeros. El ‘Goldo’ califica de increíble la situación que derivó en el disco: “El del estudio de grabación era el que hizo la canción ‘Vamos Cipo todavía’, cuando me vio a mí se volvió loco, quería que yo grabe un CD, yo le quería cantar un tema a mi novia nomás”.

En un viaje para jugar de visitante, el ‘Goldo’ le contó a Nahuel que estaba grabando un par de canciones, y que le insistían para hacer un CD. Adrián Nahuel al ver que le costaba convencerlo para que acepte, le contó a Germán Alecha, quien se encargó de hacer marketing en todo el plantel pese al descontento general por el género romántico. En eso trataron de persuadirlo, “mirá si los defensores rivales se enteran que cantas romántico, me decían”. Todos querían cumbia sino rock, Alecha tomó la posta y convocó a todos para elegirle un nombre al disco: “Ni había sacado el CD, había grabado dos temas nomás, eligieron ‘el último jugador romántico’ y me dijeron que si no le ponía ese nombre no me lo compraba ninguno de los jugadores. Me lo compraron y ni lo deben haber escuchado, lo deben haber escuchado dos o tres para hincharme los huevos nomás. El ‘Estu’ me carga y me dice que lo tiene para apoyar la pava”. Para colmo un par de viajes después Henry llevó un demo con dos canciones y lo pusieron en el colectivo, Cipolletti empató después de una serie de derrotas de visitante. La voz del goleador quedó como cábala.

Su primer apodo en el club fue el ‘Malevo’, cuando en infantiles viajaba con décima, primera y tercera división, en ese entonces la décima jugaba entre primera y tercera. ‘Mingo’ Colantuono gestionaba el permiso todos los domingos incansablemente: “Mi hermano no quería que yo vaya, pero si no me llevaba mi abuela no lo dejaba a él. Cuando llegué al club para el primer viaje me siento al lado del ‘Mingo’ Perilli, todo el viaje hablando con él, lo volví loco. Me portaba re mal y el ‘Pato’ (Amorone), el ‘Metra’ y Nahuel me pusieron ‘Malevo’, los jugadores de ese equipo hasta el día de hoy me conocen por ‘Malevo’”.

Después se acostumbró la mayoría a llamarlo por ‘Goldo’, porque de chico al hermano no le salía la erre, y le decía ‘Goldo’ en lugar de gordo.

Volvió de Roca y le tocó reemplazar nada menos que a Oscar Padua, a quien lo traicionó una hepatitis tóxica. Para las finales volvió el ‘Loco’ y Henry Sáez quedó relegado. En la pretemporada volvió al club Germán Alecha a pelear por la “9”. El ‘Goldo’ arregló con Deportivo Madryn, pero los aurinegros cambiaron de técnico antes de hacer la pretemporada, y el nuevo entrenador no quiso un delantero joven.

Llegó el peor momento de la carrera del ‘Goldo’. El club que lo acunó en la escuelita, lo mamó en inferiores, y lo desarrolló en primera, lo dejó en la vereda de Mengelle al 200 con el pase en su poder. La expresión en el rostro y la tonalidad de la voz de Sáez cambian drásticamente cuando rememora esos días. No hizo pretemporada esperando ir a Madryn y no le quisieron renovar contrato en Cipolletti: “Tuve una discusión muy fuerte con los dirigentes, y me terminé peleando con todos. Era jueves y el viernes a las ocho cerraba el libro de pases, el torneo empezaba el domingo. No me querían arreglar, después me querían arreglar por dos pesos, me pelié mal, me ofrecieron el pase y yo vuelto loco lo agarré y me fui. Cuando crucé la puerta del club casi me desmayo, caminaba llorando y pensaba ¡que cagada que me mandé! Pensando que la culpa era mía, pero después cuando me tranquilicé me di cuenta como había sido todo”.
Lo llamó Perilli pero el ‘Goldo’ no lo quiso atender, estaba moqueando demasiado, muy deprimido y no quería que su ya ex entrenador lo escuche con la voz quebrada. Por suerte lo atendió más tarde y el ‘Goldo’ le contó todo: “Me dijo que me quede tranquilo, que él iba a hablar con un representante para que me consiga club y yo no me iba a quedar sin jugar”.

Llegó llorando a la casa y la abuela lo interrogó muy preocupada. No le quiso contar, ese orgullo del pibe que no le quiere contar a nadie por qué llora. Sin embargo el dolor y la pasión del ‘Goldo’ eran tan grandes que se permitía llorar. “¡Cuando le conté a mi abuela estaba que agarraba el palo de amasar y se venía para acá eh!”, mencionar a su abuela le vuelve a arrancar una sonrisa automática, pese a que la expresión por recordar su peor momento anímico en el club ya no es la misma.

Al otro día lo llamó Rómulo Severini para que juegue en Bella Vista de Bahía Blanca, pero sólo le ofrecieron casa y comida. Decidió buscar trabajo y dejar el fútbol cuando falleció su tío, horas después de terminar su vínculo con Cipolletti y quedarse sin club. Juana fue la única que intentó persuadirlo. “Empecé a buscar trabajo y a la semana me llama Rogger (Morales) que estaba en Fernández Oro, me pidió que vaya a entrenar unos días para no quedarme parado y si me salía algo él me dejaba irme. Fui porque además había un par de amigos míos, me llevé bien con todos los chicos y la cancha es muy linda para entrenar”.

Otra vez el asunto se le fue de las manos, su presencia en los entrenamientos del trueno verde revolucionó Oro, la gente se entusiasmó, y lo llamaban de las radios locales. Sáez no quería jugar, pero se sintió en la obligación para devolverle a Morales la posibilidad que le dio de salir de la cueva de silencio de su habitación.

Henry Sáez debutó en Oro y le metió tres goles al campeón de la liga: “Quedé como el mejor, estaban chochos, y jugué ahí hasta que me desgarré. Un mes después volví y me volví a desgarrar, porque no había hecho pretemporada y además estaba mal de la cabeza con todo lo que me había pasado”.

Terminó el torneo y no lo pudo jugar por las lesiones. Llamó a Perilli para entrenar en Cipolletti mientras buscaba club, y ‘Mingo’ consultó con los dirigentes: “El ‘Mingo’ me dijo que Luis (Boschi) no quería, pero después me aconsejó que lo llame yo, lo llamé y me citó en su oficina. Me dijo que podía entrenar con la condición de que deje el pase en el club. Yo, hincha de Cipo de toda la vida, lo que más quería era estar acá y ni lo dudé”. El ‘Goldo’ levanta la mano, se frota el dedo índice con el pulgar una y otra vez simbolizando el dinero, y agrega: “¡Nada! Gratarola”.

Cipolletti había terminado una pretemporada corta, y lo llamó Rogger Morales citándolo a jugar en Independiente de Neuquén. El ‘Goldo’ no estaba bien entrenado pero al técnico no le importó porque estaba a punto de comenzar la pretemporada. Le dijo que le tenía una confianza bárbara y lo convenció, Lorenzo Frutos le dio el visto bueno al préstamo ya que le iba a hacer bien jugar seguido, y seguía con pocas chances en Cipolletti.

En Independiente le fue muy bien desde el punto de vista profesional, jugó casi todos los partidos y se adaptó muy bien al grupo de trabajo. Pero se fue mal porque hubo problemas económicos que pegaron duro en el plantel neuquino: “Nos debían mucha plata, me fui enojado con los dirigentes, no con Rogger porque es una persona bárbara que conmigo se portó re bien”.

Volvió a Cipolletti y enseguida lo llamó José Valledor, el ‘Churrero’. Le pidió que vaya a Catriel porque estaban armando algo lindo pero Henry Sáez se despidió del fútbol otra vez: “Le dije que no porque no quería jugar más, quería buscar laburo. Me convenció (Adrián) Nahuel que me pidió que vaya así él no iba solo, así que fuimos y nos trataron de diez. Tenía la expectativa que me consigan laburo, ni pensamos que nos iba a ir como nos fue, armamos un lindo equipo y empezamos a ganar sin parar”.

Llegó a Catriel y le consiguieron casa, el ‘Goldo’ se despegó de su ciudad natal. Le gustó el ambiente familiar del club y la calidad de gente que encontró en esos pagos. “Jugamos el primer partido contra Cipolletti”, cierra los ojos demostrando el dolor que le significa jugar contra el club de sus amores, “y todos me decían que tenía que hacer un gol. Ganamos 2 a 0 y no metí ninguno, ¡metió un gol Nahuel! Empezaron a gastarme, decían ‘¿trajimos un goleador o que trajimos?’. Esos chistes macabros en los que el aludido duda si es chiste o es en serio. En el segundo partido Sáez dejó en claro que clase de jugador contrató Catriel, ¡y metió seis goles!: “Y ahí empecé a hacer goles, andaba con una racha impresionante, me pegaba en a pestaña y entraba. Era tremendo”.

El ‘Goldo’ terminó el torneo como hombre gol de Catriel, y fue el jugador del campeonato. Convirtió 27 goles en 14 partidos. Catriel le ofreció trabajo, el bendito laburo que él buscaba, para retener al goleador, “justo me lo encontré en la calle al ‘Ruso’ (Homann) y me dijo que en el club se hablaba de mí, que estaba la posibilidad de volver. Le dije que sí, que yo quería volver. Al otro día me fue a ver un vago de Catriel y me dijo que ya estaba el laburo, que me tenía que hacer el preocupacional y me endulzó diciendo cuánto iba a ganar”.

El abuelo y el padre, preocupados por el bienestar del nene, infringieron contra el regreso del ‘Goldo’ a Cipolletti. Le dijeron que ya estaba más grande y que tenía que aprender de lo que le había pasado en el Club Cipolletti, pronosticaron que le iban a pagar su esfuerzo con la misma moneda de la vez anterior, y Catriel le estaba ofreciendo otra recompensa por el esfuerzo. La abuela esta vez se acercó al corazón de Henry: “Lo que vos decidas para mí está bien, yo te voy a apoyar siempre”, justo las palabras que el nieto necesitaba.

No se conformó con éxito inmediato de Catriel, estaba muy fuerte anímicamente y eligió la revancha personal en Cipolletti. Se había despejado el panorama, ya no estaban Padua, Alecha, ni Prieto, y había decidido irse del club el reciente goleador Petti. Bruno Weisser era número puesto, Mario Avila y Jeremías Attadía se disputaban la “9”, y en eso volvió Henry Sáez. “Si lo vas a hacer, hacelo al máximo porque lo estás haciendo más con el corazón que con la cabeza” le aconsejó su papá Adrián, y vaya si el hijo cumplió.

El ‘Goldo’ fue feliz sólo con volver a entrenar en Cipolletti. Cuando entró al vestuario sintió que renacía. Se miraba la ropa de entrenamiento puesta y no cabía en sí de la alegría. Se acordó de Ruiz que también estaba muy feliz con él. El ‘Oreja’ lo llamaba cada vez que terminaba un partido de Catriel y le preguntaba cuántos goles había metido. Después le recordaba que si seguía así volvería a Cipolletti, y que iba a ser titular.

Los entrenamientos lo confundieron, Frutos probaba variantes y mezclaba equipos. En los amistosos contra Alianza y Unión Alem Progresista no sólo quedó claro que él sería titular, sino que metió un gol en cada partido.

“Cuando me tocó jugar estaba más feliz que no se…” No es necesario que el ‘Goldo’ cierre la comparación, su cara es otra vez la de una persona feliz que siente que la vida le sonríe.

Hoy el ‘Goldo’ mete un gol en Cipolletti y se besa el escudo una y otra vez, señala a todos los puntos de la tribuna albinegra: “Es que tengo amigos por todos lados, tengo a mi novia con mi suegro, mi vieja, mi viejo, y mis amigos, y me acuerdo de todos por lo que me apoyan cada vez que meto un gol. Más allá que son hinchas de club, yo creo que van porque soy feliz jugando en Cipolletti”. Asegura que las que más sufrieron por él fueron su abuela Juana y su novia Carina, que lo apoyaron incondicionalmente en el peor momento cuando se fue del club.

Resulta extraño entonces que también tenga tantos amigos en la hinchada de Roca, ya que cuando le hizo el gol en la Copa Argentina se besó la camiseta frente a la hinchada visitante: “No, ahí porque me insultaban, desde que entré a precalentar me insultaban, todo el partido me dijeron de todo y me pasé de revoluciones. Encima me tiraron con agua caliente de un termo. Me acercaba un poco y me decían camisetero”, se ríe mucho y confiesa, “ahí un poco de razón tenían, me faltó la de Olimpo y la de Aldosivi nomás”.

El ‘Goldo’ tenía muchas ganas de jugar ese partido, se declara inimputable por ese festejo ya que Cipolletti tenía un jugador menos y el partido estaba muy caliente. El día anterior lo había pasado muy mal porque su mamá estaba internada y la trasladaron a Buenos Aires. Henry abre las dos manos y reconoce: “Llegué con la cabeza así a ese partido. Cuando terminó se me había acalambrado todo, en el colectivo Julito Ibáñez me ayudaba a elongar de lo acalambrado que estaba”. Explicado el entorno, vuelve el festejo del gol: “Fue un descargo tremendo, llegué a la mitad de la cancha y lo grité de vuelta, se me salía la garganta gritando el gol, de bronca, de impotencia. Nosotros sabíamos que teníamos más equipo (que Roca), pero no nos salían las cosas, estábamos nerviosos, y así y todo, jugando más o menos, igual íbamos para adelante, los queríamos pasar por arriba”.

Henry Sáez no sólo ya jugó en césped sintético como el que tendrá La Visera, ¡metió un gol de tiro libre!, ¿repetirá en su casa?: “Llego a acomodar para patear un tiro libre y me limpian mis compañeros” se ríe.

Levanta los codos de la mesa, mira al cielo y pega un fuerte aplauso sin soltarse las manos y sin dejar de mirar al cielo, el ‘Goldo’ implora: “¡Ojalá que terminen la cancha! Te hablo como jugador y como hincha, queremos que terminen la cancha. Que la terminen rápido y que quede lindo, que la gente pueda venir a su cancha. Yo quiero venir a jugar en mi cancha, no allá, con respeto a la gente de Unión, yo quiero mi cancha, extraño todo, la voz del estadio, la gente, ¡todo!”.

Los chicos se quieren sacar fotos con el ‘Goldo’, la gente lo quiere al ‘Goldo’, cualquier cosa que haga el ‘Goldo’ adentro de la cancha es mucho más trascendente a la que puedan hacer sus compañeros. Sobre todo los goles. Es el ídolo de Cipolletti en la actualidad, el referente que eligieron los hinchas, como en épocas anteriores eligieron a otros que quedaron para siempre en las retinas. ¿Henry Sáez será conciente del lugar de privilegio que se ganó?: "No se, capaz que tiene que ver que soy de acá…”.

Es imposible enumerar la cantidad de jugadores cipoleños repudiados por la gente de Cipo, incluso el ‘Goldo’ citó una época de Alecha: “Es que jugar con la “9” es un desafío importante, estas en el ojo de la tormenta. No soy conciente, no caigo todavía, yo sigo haciendo mi vida normal. Me vuelvo loco con los halagos, siempre leo las cosas que me escriben en facebook y me emociona. Por ahí estoy leyendo y le digo a mi novia ‘¡mirá, mirá lo que me escribieron!’ soy un nene. Trato de responderles a todos y mi novia me dice que mande un mensaje solo agradeciendo en general".

Su estilo de juego debe ayudar mucho al fervor del público: "Siempre jugué así, desde chico en todos los partidos, en el club de barrio y en todos los equipos que me tocó. Por ahí en Cipolletti se nota un plus por lo que significa y por lo que quiero esta camiseta. Más allá de jugar bien, mal o regular, la actitud y las ganas de querer ganar es de siempre”.

Ser hincha de Cipolletti es un estilo de vida para muchas personas, evidentemente para Henry Sáez también: “El Club Cipolletti forma parte gigante de mi vida y de mi corazón. Pasé toda mi vida acá, en mi adolescencia pasé épocas re jodidas, muy jodidas, en las que me costó mucho recuperarme como persona. Y gracias al club pude salir adelante y volver a jugar al fútbol. Estuve a punto de dejar todo por un montón de cosas que me pasaron, y por eso te digo que significa muchísimo el club. A cada parte del club, a cada pedazo del club lo quiero como si fuera mi casa, lo amo al club. Siempre que paso por acá y lo veo me infla el pecho, veo esto (Sport Var) y cuando voy con alguien le digo ‘¡qué lindo que es el club!’ y me sale de adentro”.

Qué siente alguien que ama profunda e incondicionalmente al club desde chico, al defender la camiseta desde adentro de la cancha: “Siempre que me pongo la camiseta de Cipolletti trato de sentirla como si fuera el último día que me la pongo, es re contra especial. Es por eso también que me tatué el escudo, para devolverle o reconocerle al club por todo lo que me pasó, todo lo que me pasa, y me marcó en mi vida”.

La nota se cierra, se fue más de una hora pero el ‘Goldo’ la disfrutó mucho, demasiado, él mismo no la quiere terminar y pide agregar una anécdota: “Dejame agradecer a (Mauricio) Serenelli, que soy jugador de fútbol gracias a él. Yo jugaba en quinta y en sexta, era típico que falte a entrenar y Serenelli me hacía lustrar los botines de todos los jugadores, sino me echaban del club”.

El profe lo quería echar pero ‘Mingo’ lo tranquilizaba, entonces “yo llegaba y enseguida el ‘Mauri’ le decía a ‘Miguelón’ que me de todos los botines del plantel para lustrar. También me hacía barrer el vestuario, y yo aceptaba para que no me echen, hasta que entendí y no falté más a entrenar. Serenelli es un fenómeno como persona y como profe”.

Bianchi definió a Palermo como ‘el optimista del gol’. Henry Sáez será ‘el romántico del gol’, porque en su juego se desprende el amor absoluto a la camiseta de Cipolletti. El sacrificio por cualquier camiseta que se ponga. Y la humildad de un ídolo de la gente que no se la cree, al extremo de afirmar con orgullo que lustró botines y barrió el vestuario del club.


Sebastián Sánchez
Noviembre de 2011

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