Ya la reconocen como la mas fiel hincha de Cipolletti. Su incansable afán de seguir la trayectoria de la pelota crió una jauría de anécdotas e historias de cariño. Cómo llegó Lula a convertirse en una insignia de los domingos de fútbol.
En los últimos seis años pasaron muchas cosas en La Visera, tanto jugadores, como técnicos y dirigentes. Campañas muy buenas, regulares, malas y peores. Asistencia de público desde 200 personas un martes a la tarde contra Olimpo, hasta 11 mil albinegros en la final contra Racing de Córdoba. Sólo una cosa tuvieron en común todas las campañas de Cipolletti desde 1999 hasta hoy, simplemente una perra que sigue incansablemente la trayectoria de la pelota durante los 90 minutos de cada partido. Para algún frío simpatizante de Cipolletti que sólo se acerca al estadio cuando el equipo anda bien es “el perro de la platea”. Pero se llama cariñosamente “Lula” para todos los que fueron o son parte del plantel, y para los hinchas incondicionales cuyo estilo de vida se hinca en el albinegro.
Una calurosa tarde de noviembre en Cipolletti, año 1999, el hincha abrió el diario Olé y sonrió ante la inobjetable verdad “El Lobo la tiene fácil”. Esa misma noche Cipolletti recibía a Gimnasia de Entre Ríos. El decaído “Capataz de la Patagonia” que dirigía Jorge García marchaba último cómodo, con muchos jugadores de la primera local, conflictos dirigenciales, y desesperanza del público tras el fracaso del equipo de Frutos, ‘Chiquito’ Benítez y Yorno. En cambio Gimnasia de Entre Ríos era la sorpresa del Nacional B, lideraba la zona interior y se suponía que no tendría demasiados problemas en aprovecharse del joven Cipolletti.
Como era de esperar, el “lobo entrerriano” no tardó en abrir el marcador. Pero poco a poco el joven equipo albinegro inclinó la cancha. El perrito de la platea que seguía incansablemente la trayectoria de la pelota, pasaba la mayor parte de tiempo en la mitad de cancha que atacaba Cipolletti, y eso era un buen indicio. Fabián Bustos empató el partido y el perrito de la platea no aguantó mas, se metió a la cancha y acompañó toda una jugada de los jugadores de Cipolletti. El país entero, por medio de las cámaras de TyC Sports, conoció las habilidades de ese perrito al que los jugadores perseguían en su afán de continuar el partido, pero nadie lo podía atrapar ante el “oleee, oleee” de la hinchada de Cipolletti. Finalmente los pibes de Cipo consiguieron la hazaña de ganarle al puntero, gracias por un gol en el segundo tiempo de Maximiliano Amorone, y sobre todo, por mucha suerte. Gimnasia de Entre Ríos erró goles imposibles abajo del arco. De ahí en más, el perrito fue reconocido con nombre propio, Lula no se perdió ningún partido, ya sea del Nacional B, del Torneo Argentino A, la Liga Confluencia o el Torneo Integración.
La edad de Lula rondaría los 6 o 7 años. Cuentan los vecinos de La Visera que llegó al barrio por una señora amante de los animales. Pero como vivía en la calle se acercó sola al estadio de Cipolletti y se ganó el cariño del plantel. Pero en La Visera no podía dormir, y ante la situación económica del club, menos podía comer. Por eso Lula también se acercó a la tapicería Mazuchelli, ahí se ganó la potestad de Daniel, que si bien vive en el barrio San Pablo, trabaja todo el día en la tapicería frente a La Visera. Daniel se sorprende ante la inteligencia y el amor de Lula a la cancha de Cipolletti: “Los días que el plantel hace fútbol, ella se me acerca y me hace mimos, cuando yo le digo ¡vamos! se sube disparando al auto. ¿Me querés decir cómo un perro sabe los días de la semana que un equipo hace fútbol?... ¡y que no la vaya a dejar un domingo en casa!”.
Lula se ganó para siempre el cariño todos los jugadores, cuerpos técnicos e hinchas de Cipolletti que trabajaron o entretuvieron su vida en La Visera. Hoy cuando un ex jugador o un ex técnico vuelve a la cancha de Cipo para enfrentar a su ex club, dedica un minuto de su fugaz estadía para saludar a Lula. Fue el caso de Jorge Julio, que cuando volvió en agosto dirigiendo a Luján de Cuyo, se pegó un rato largo al alambrado al grito de “¡Como estás Lula!”, el ‘Turco’ recibió el cariño mas fiel e incuestionable que un animal puede darle a una persona: la cola de Lula se deslizó frenéticamente de un lado a otro.
Pero este inexplicable amor y cariño que da y recibe Lula no se reduce únicamente a Cipolletti. El estilo de disputa de los torneos argentinos hizo que los equipos rivales jueguen dos veces por año en La Visera, por ello el reencuentro con Lula es festejado también por jugadores rivales que jamás jugaron en Cipolletti. Incluso algunos rivales si no encuentran a Lula en la cancha, se acercan a saludarla a la tapicería. Sin ir mas lejos, este homenaje llegó por pedido del kinesiólogo de Guillermo Brown de Puerto Madryn, que protestó: “hoy recorrí Cipo Pasión de punta a punta, esta muy buena la página, ¡pero falta el homenaje a Lula!, es un fenómeno el perro ese”.
Tal vez el subconsciente de los rivales los lleva a querer y respetar a Lula, porque existe un antecedente magro para un bahiense que la maltrató. Cipolletti estuvo al borde del abismo en junio de 2002, cuando recibió a Bella Vista de Bahía Blanca. Si el albinegro no ganaba descendía y desaparecía del mapa futbolístico del país. Cuando Cipolletti consiguió la ventaja, el banco de suplentes local se le ocurrió que Lula podía agregar su granito de arena para la salvación. Mandaron a la perra a la cancha para que detenga el partido que dominaba Bella Vista. Hasta que el “9” bahiense se cansó y devolvió a Lula del otro lado del alambrado, no de la mejor manera. Ese número 9 compartía la delantera de Bella Vista con Rodrigo Palacio, quién escaló y escaló hasta convertirse en figura de Boca Juniors. El otro, el que no trató a Lula como corresponde, se quedó en Bella Vista, ese gran equipo bahiense se desvirtuó y bajó derecho a la segunda división de la Liga del Sur, siempre con el mismo número 9. Como nadie lo conoce, es valedero aclarar que el muchacho se llama Gabriel Fiori.
Cuando en algún entrenamiento a Lula la dejan entrar a la cancha, demuestra que su amor por el fútbol no es en vano, con la pelota sabe. La domina con una y otra pata e incluso con el hocico. Si la pelota queda trabada entre el banco de suplentes y el alambrado, ella usará todo su ingenio y habilidad para devolverla al césped. En los peores momentos de Cipolletti, cuando un jugador no corre el balón de la manera que exige el hincha, de la popular se puede escuchar el grito “el perro de la platea corre mas que vos”, para sonrisa de los hinchas que están alrededor.
Pero Lula no es esa clase de hinchas que no apoya al plantel. Por el contrario, Lula siempre está presente junto a los jugadores y al cuerpo técnico de turno en cada partido y entrenamiento. Ella los pondrá por un ratito de buen humor si las cosas no andan bien. Ella será la primera en recibir con alegría a los jugadores en cada entrenamiento. Será la primera en correr junto al alambrado en cada partido. Muchos dicen que los jugadores tendrían que tener el estado físico que tiene Lula. Y ella tal vez no lo sepa, pero es un ejemplo de fidelidad digno de ser imitado por todos los hinchas de Cipolletti.
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