viernes, 18 de julio de 2025

En el nombre del padre - Gonzalo "Pela" Romero


Leído en el programa Qué Grande, en Radio Comunitaria Quimunche.

Me llamo Juan y no sé cómo me animo a contar mi historia, pero ahí va...

16 de julio de 2020, en plena pandemia le propuse matrimonio a mi novia y ella aceptó al toque. Celebramos con una noche romántica en casa porque, obviamente, no se podía salir. Tiré pétalos de rosas por todos lados, compré velitas y todas las pelotudeces que se te ocurran.

Después de ocho años de novios tuvimos algunos altibajos, como todo el mundo, pero se puede decir que siempre supimos salir. Los dos somos de la provincia de Salta, pero no voy a decir exactamente de dónde porque el chisme volaria demasiado rápido.

12 de noviembre de 2021, llegó el día tan esperado. Todo estaba arreglado, el ocho nos casamos por civil, pero la familia estaba ansiosa por la iglesia, ya que todos somos muy creyentes. El salón, los invitados, la luna de miel en Aruba, todo estaba listo...

Lo recuerdo como si hubiese sido anoche...

Ella perdió a su papá cuando era chica, a su mamá ya más de grande, y no tenía quién la acompañe, así que mi papá se ofreció para llevarla al altar.

Mis amigos, sus amigas, las familias de ambos -tíos, primos, sobrinos y sobrinas-,mi vieja y mi viejo, sobre todo, fueron testigos de la mujer en un vestido de novia más linda del mundo. Se abrió la puerta de la iglesia y fue como ver entrar a un ángel, lo juro por mis ojos. Lo que jamás llegué a imaginar, a pesar de que me habían contado que existían, era que esa noche, en mi propio casamiento, yo iba a conocer a un ángel negro.

Ella y mi viejo empezaron a caminar del brazo, a paso lento hacia el altar, y yo como un boludo lloraba de emoción; se me hacía eterna la caminata, todo pasaba como en cámara lenta... A dos pasos de llegar al altar ella no me miraba -yo sí, y mucho- pero creí que, al igual que yo, tal vez estaba sobrepasada por la emoción. Pero estaba equivocado, no fue eso lo que le hacia mirar hacia abajo.

De repente levantó la mirada, me miró fijo a los ojos y me gritó ¡¡¡PERDÓN!!! Le agarró la cara a mi viejo y le comió la boca; mi viejo la agarró de ambos lados de la cara como si fueran dos adolescentes y, como en una película de Hollywood, se fueron corriendo a los pedos. (Hacía siete meses que me estaban cagando a escondidas.)

Nadie atinó a hacer nada... La miré a mi vieja que se desmayó, mis tías socorriéndola, mis amigos, sus amigas, las dos familias enteras enmudecidas, todos queríamos que fuera una joda, un mal sueño, una pesadilla.

Al igual que todos nosotros, el cura no entendía un carajo, pero sin embargo tuvo la lucidez de decirme estas palabras, que no me voy a olvidar en mi perra vida: "A veces los peores demonios son los que se disfrazan de ángeles".

Hoy no creo en nadie, sé que esta mal, pero, ¿cómo hago para creer en el amor si todavía estoy pagando las cuotas de la fiesta? ¿Cómo hago para creer en el amor, si en el Instagram de un conocido veo a mi viejo con la que iba a ser mi mujer, subiendo fotos en Aruba, donde iba a pasar mi supuesta luna de miel...?

Mi mamá falleció de tristeza el año pasado, nunca superó la depresión. Yo todavía sigo sin caer. Ojalá algún día caiga, pero para mí el amor ya no existe.

Devolución

Juan, porque te hayas pinchado con una espina no es razón para odiar todas las rosas.

Existen personas viaje y personas destino, la última solo llega una vez que conociste suficiente a las primeras.

Aunque duela, aunque cueste, pensá que sirvió para algo, como, por ejemplo, para entender que hay personas que, aunque lo parezcan, no merecen lo que tenemos para dar.

Curate, tomate tiempo que necesites para sanar; pero no te conviertas en lo que te hicieron. Si amaste, si diste sin medirte y te fallaron, se cambia la persona, no la manera de dar...

Libro: #BastaDeAmoresDeMierdaV (2023).

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