domingo, 25 de agosto de 2024

Fotografía inesperada - Cuento de Eduardo Quintana


Leído en el programa Qué Grande, en Radio Comunitaria Quimunche.

Imágenes que van y vienen. El segundo exacto en que el dedo índice, con esa uña prolijamente decorada por el esmalte celeste y el ángulo perfecto, para una visión clara, que permite tomar la foto inesperada, esa que inimaginablemente cambiará la vida de una fotógrafa. Imágenes que van y vienen. Años siguiendo partido a partido a ese amor heredado por tres generaciones. Juan y aquella fundación un 15 de abril de 1979, su hija Myriam y la pasión futbolera que camina por esa delgada línea entre lo envidiable y lo peligrosamente irracional. La tercera generación era representada por Lucila y su amor por la fotografía, dedicada a retratar momentos disímiles de la vida del Club Social y Deportivo Alianza. Imágenes que van y vienen. Un arco, una jugada como cualquier otra dentro del área, una definición imperfecta del Bambi Flores, un error del arquero visitante y el momento de retratar la imagen perfecta. Victoria final del Gallo y festejos desmedidos en el Coloso de Ruca Quimey, el emblemático estadio de Alianza, con esas fieles trece mil personas que bramaban por la victoria conseguida al final del partido. Imágenes que van y vienen. Para Lucila, los partidos no finalizaban con el silbato final del juez, ni con los festejos post partidos. El producto terminado se editaba y se enviaba a los medios, algunos exclusivos, como los diarios “La Mañana” o “Río Negro”, en los cuales, normalmente ilustraba la tapa, que luego se luciría colgada en distintos puestos de diarios y se haría viral en distintos medios de la zona.

Imágenes que van y vienen. La foto elegida era perfecta, con la jugada del gol de la victoria y la nítida expresión de la parcialidad visitante detrás del alambrado. Sin saber que, con esa imagen, comenzaría otra historia. La primera llamada fue al teléfono fijo. Preguntaron por Lucila Márquez y cortaron. Nada anormal, solo una llamada. Ese mismo día por la noche, la llamada fue al celular y el mensaje fue claro: “No sigas publicando la foto con el gol del Gallo porque sos boleta”. Lucila pensó que el mensaje provenía de algún hincha del equipo perdedor que se sintió ofendido por la foto, el título o la nota que se publicó en el periódico. Otra cosa totalmente normal a la cual los periodistas y fotógrafos estaban acostumbrados. El folklore del fútbol tiene esas cosas que, normalmente, no pasan a mayores. La sensación de Lucila no fue tal. Sintió miedo. Imágenes que van y vienen. Al mediodía llegó un email con el mismo mensaje. Lucila decidió ir al club a ver el entrenamiento de la tarde y a comentar a los directivos lo ocurrido. En las adyacencias de su casa, un vehículo extraño, en un lugar que todos se conocían y que, evidentemente, la estaba vigilando. Había comenzado a perseguirse y eso era preocupante para su profesión. En el club tomaron una decisión: hacer la denuncia a la policía. Alianza era una gran familia y Lucila era parte de ella. Desde muy chica siguió las campañas del “Gallito de la Patagonia” por esa herencia materna, primero como hincha y luego como fotógrafa. El abuelo Juan, hincha de Juventud Unida, y la abuela Cecilia, socia del Club Centro Cultural y Deportivo Cutral Co, vieron formalizado aquel matrimonio personal, en la fusión de los dos clubes en uno de los grandes de Neuquén: El Club Social y Deportivo Alianza. La policía recibió la denuncia y comenzó la investigación, con muy pocos elementos. Lucila era muy querida en el club, pero también respetada entre los participantes de la Liga de Fútbol de Neuquén. No había motivos que pudieran llevar a una pista y si no fuese por la citación a los periodistas de ambos diarios, que escribieron la nota, hubiese sido muy difícil develar la incógnita. Mientras la investigación se desarrollaba, las hostilidades pasaron de ser verbales a ser físicas. Caminando por la Avenida Carlos Rodríguez rumbo a la sede del Club y justo en el momento de cruzar Avenida del Trabajo, casi es atropellada por una 4x4. La quisieron asustar y lo lograron. Estuvo dos horas en shock, sentada en la secretaría de la sede. Las cosas se habían tornado complicadas y no entendía el motivo. El partido siguiente, Alianza jugó de visitante en Rincón de los Sauces y allí fue Lucila a cumplir con su trabajo. Recibió la solidaridad de los jugadores propios, del rival Deportivo Rincón y de la terna arbitral. El periodismo la entrevistó y fue otra vez tapa del periódico local que decía: “Lucila Márquez, la fotógrafa perseguida”. Todos se preocupaban por ella, quien, dentro de la cancha sentada detrás de la línea de cal, retratando el avance de Alianza, de espaldas a la tribuna local, recibió un proyectil en la cabeza, que le provocó un corte por el que fue hospitalizada. No pasó de ello, pero el tema se agravaba cada vez más. Por la mañana, los investigadores le solicitaron un original de la foto que había salido en la tapa de los diarios, en aquel gol de Alianza. Esa misma noche, en todos los canales informativos del país, se conocía la imagen, con un círculo rojo sobre el rostro de un masculino que, con uno de sus brazos apoyados en el alambrado de la tribuna visitante del Coloso de Ruca Quimey, observaba impávido cómo el disparo del Bambi Flores se colaba en un ángulo del arco. El titular afirmaba: “Cayó el delincuente más buscado”. Era un conocido narcotraficante colombiano, buscado desde al menos dos años por Interpol. Tras varios allanamientos y una docena de detenciones, se dio con el paradero de Mario “el Frío” Pimentel, un narco bogotano, fugado de su país y que se había afincado en Plaza Huincul, con otro nombre y fisonomía, haciéndose hincha y seguidor de Petrolero Argentino. Dicho amor por el club fue la trampa con la cual fue atrapado, juzgado y deportado. El fin de semana siguiente, en un acto de homenaje de la comunidad de Cutral Co a la fotógrafa Lucila Márquez, le fue entregado un premio por la invalorable colaboración para la lucha por una sociedad mejor y el club, en sintonía, colocó una gigantografía con la imagen del ídolo Bambi Flores, definiendo en forma imperfecta ante la mirada atónita del arquero de Petrolero Argentino y de ese hincha hasta el momento desconocido, junto a una frase inmortalizada por Lucila: “Imágenes que van y vienen”. Y el fútbol como testigo…

(La fotógrafa Lucila Márquez salió de su casa, un martes por la mañana rumbo al entrenamiento del Gallito y jamás llegó a destino. Fue buscada intensamente por la policía y los vecinos. Su cuerpo apareció en el Río Limay con un balazo en la frente. Fue velada en la sede del Club, ante una conmovida multitud cutralquense. Su féretro fue envuelto con una bandera celeste con el escudo de Alianza. La foto retratada ilustró la tapa de los principales diarios. Imágenes que van y vienen…)

Libro: Con la ilusión en ascenso. Entretiempo (2024).

No hay comentarios:

Publicar un comentario