Leído en el programa Qué Grande, en Radio Comunitaria Quimunche.
En 1969 llegaron Abel Morales y Chicha Sosa desde San Luis a Cipolletti. Se asentaron en Ferri, a más de cinco kilómetros del centro hacia el noroeste de la ciudad, para trabajar en la construcción de la fábrica SCAC. Un año después, el clima se confabuló con el estado de las calles rurales, y Abel llevó a Chicha en moto hacia la vecina Cinco Saltos para que nazca Rogger, su cuarto hijo, el único varón entre cuatro mujeres.
Rogger se crió y creció en Ferri, donde hoy vive con su esposa y su hijo. De adolescente empezó a jugar en las divisiones formativas del Club Cipolletti, y desarrolló cualidades claves para triunfar: disciplina, sacrificio, constancia y mentalidad positiva.
El colectivo que iba a Cinco Saltos por las chacras lo dejaba de paso. Cuando el Alto Valle paraba en la plaza central, el chofer Muñoz inauguró un latiguillo que hoy es símbolo de los habitantes de Ferri: “Arrrriba los que van a Ferrrri”. El ambiente era hermoso pero el tiempo de viaje tortuoso. Rogger decidió ir y volver trotando a entrenar, nada menos que 5 kilómetros y 400 metros de ida, duplicados trotando a la vuelta. Jamás faltó a un entrenamiento, hubo fríos, lluvias, familiares fallecidos, dolores de muela, nada le impidió a Rogger trotar más de 10 km. por día para entrenar. A la par, estudiando doble turno en la ENET 1 de Neuquén.
Mamá Chicha amaba al Ruso Strak, emblemático 5 de Cipolletti, Rogger quería cumplirle el sueño de vestir su camiseta, y se emocionó cuando lo logró debutando en el Nacional B contra Belgrano en Córdoba. Pero el fútbol le depararía sorpresas mucho más grandes cuando el apellido Morales se convirtió en un adjetivo del volante del central criado en Ferri. Todos los entrenadores de Cipolletti trajeron volantes, y Rogger lejos de bajonearse, creció hasta sacarles el puesto y terminar jugando. No conforme, mientras sus amigos se sentían en el techo jugando el Nacional B, Rogger repetía: “Yo voy a jugar en primera”, para las risas y bromas de los compañeros que lo veían lejos de un estratega o un goleador que llene La Visera por esos años. Terminó siendo el único futbolista cipoleño de la década del ’90 con más de cien partidos en primera. Siendo capitán y subcampeón con Huracán.
Cuando lo llamaron para probarse en el globo de Parque Patricios, entendió que era el de Comodoro Rivadavia y cortó el teléfono al grito de:
- ¡Yo jugué Nacional B, si voy, voy para jugar, no para probarme!
El entrenador Enzo Trossero redobló la apuesta al ser notificado de la rotunda negativa:
- Quiero a ese 5, con esa personalidad.
En tiempos de Elegir Creer, a Rogger se le dio lo que siempre creyó. En el palacio Tomas A. Ducó no tuvo problemas en adaptarse físicamente al fútbol de primera, con sus años de trotes ida y vuelta entre Ferri y La Visera.
En Huracán también se dedicó a ganarle la titularidad a cuanto volante central trajo el DT de turno, hasta consolidarse como 5 y referente del equipo subcampeón del Clausura 1994. Dos años después recibió al denominado Dream Team de Boca Juniors, con Maradona, Caniggia y el debut de Juan Sebastián Verón. A Rogger Morales por su puesto natural le tocó marcar nada menos que a Diego. El entrenador Nelson Chabay le advirtió en la semana que la atención tenía que ser extrema. “En esa época cada equipo tenía su jugador, Rosario Central a Vitamina Sánchez, River a Ortega, Independiente a Garnero, San Lorenzo a Gorosito, pero Maradona me llamó la atención por varias cosas. Primero lo increíble de jugar contra él, porque obviamente también era Maradona para mi. Segundo la calidad de algo muy superior a lo normal, muy difícil de marcar, muy distinto a los excelentes jugadores que me tocaba enfrentar todos los domingos. Pero lo que más me llamó la atención es la actitud ganadora de Maradona dentro de la cancha. El enojo, la concentración, la euforia del tipo ahí adentro. Lo ganador que era, como hablaba con Caniggia, como puteaba, como se enojaba. Diego ya tenía 35 años, eso fue después del gran Maradona, las ganas de él de seguir ganando, no era que vendía humo y que estaba ahí pasando el tiempo”.
Jugar contra Maradona era extraordinario para cualquiera, tanto que la adrenalina del partido el lateral Mauricio Pineda se le acercó a Rogger para pedirle:
- Te cambio, dejame marcarlo un ratito.
Todos querían tenerlo cerca, tocarlo un poco, sabían que marcaban a Diego unos minutos pero a ellos los marcaría de por vida. Lo que no sabía Pineda aún, es que sería compañero de Maradona en Boca la temporada siguiente.
El partido se desarrolló vibrante para las 50 mil almas quemeras y xeneizes que coparon el estadio de Huracán. Pese a jugadas clarísimas a los arcos de la Anguila Gutiérrez y del Mono Navarro Montoya, pintaba para cero a cero. Caniggia, Saldaña, y el propio Maradona se habían perdido el gol de Boca, pero Gauna, Marini, el Beto Fernández y Guerra en dos oportunidades pudieron torcer la historia para el Globo.
A cinco minutos del final, Verón metió un derechazo tan violento y direccionado que apenas pudo contener la red. Diego se tiró de palomita adentro del arco y lo gritó con furia de cara a sus hinchas para que explote la cabecera llena de boquenses. El debut con gol de la Brujita olía a tres puntos claves para encaminarse al título, y por eso los minutos siguientes se jugaron al ritmo de “dale Bo, que vamos a salir campeón…” y una hermosa postal de miles de hinchas revoleando remeras.
En eso, Huracán se metió con todo al área de Boca buscando el empate sobre la hora, y Medero despejó hacia el medio para que reciba Maradona, que tocó de primera y de espalda para Caniggia, pero un segundo tarde llegó Rogger Morales y se llevó puesto al ídolo y capitán de Boca, que quedó tendido. El contragolpe siguió de la mano de Cani pero el Chaco Giménez lo desperdició y Boca lo sufriría después. Diego tuvo que salir en carrito de la cancha por un golpe en la rodilla izquierda.
Maradona desde afuera vio como Verón hizo una pausa y se lo comió el Beto Fernández, Couceiro metió un pase fantástico desde el círculo central a espaldas de Medero, y el uruguayo Hugo Romeo Guerra definió por encima de la salida de Navarro Montoya. El estallido y la fiesta cambiaron de tribuna para un empate justo.
Apenas terminó el partido, Chabay habló en caliente y se quejó del arbitraje, entendió que no le dieron ningún tiro libre cerca del área y al equipo de Bilardo le dieron todos. Le reclamó al árbitro Angel Sánchez que tenga la personalidad de Castrilli. Maradona en conferencia de prensa le contestó:
- Chabay puteaba al árbitro porque decía que iba para nosotros, por qué no lo puteó cuando el burro de Rogger Morales casi me arrancó la rodilla.
Rogger estaba mirando Fútbol de Primera en su casa en Barrio Norte y el corazón se le salió del pecho cuando entendió que, mas allá de cualquier circunstancia, nada menos que Diego Maradona lo había nombrado.
Volvió a ver a Maradona veinte días después, se cruzaron en un restaurante. Diego lo felicitó porque Huracán había ganado, y le pidió que le mande un beso grande y pronta recuperación a su amigo el Turco García.
“Los mejores siempre son los que llegan” dicen los formadores. Rogger careció de talentos naturales que convirtieron a otros en ídolos regionales, pero adquirió de sobra cualidades esenciales para consolidarse en lo más alto del fútbol argentino. “Fue una experiencia extraordinaria. Gracias a Dios que tengo la foto de ese partido, que es un documento que uno estuvo ahí. Y mientras más años pasan, cuando la veo, menos creo que lo viví. Es increíble, esa sensación rarísima de que no puedo creer que viví ahí” intenta explicar el cipoleño, que fue trotando desde Ferri por calles rurales hasta marcar a Maradona.
Libro: Un D10S en la Patagonia (2023).
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