viernes, 3 de noviembre de 2023

Amor y odio - Relato de Elio Carlos Fragoza

 
Leído en el programa Qué Grande, en Radio Comunitaria Quimunche.

Amor celestial y parámetro indiscutible. Siempre aferrados a convicciones convexas, con la lateralidad social golpeándolo para siempre, dejando un surco. Arrastró una herida desgarada hasta las vísceras. Un dolor fundacional que forjó con temple firme una personalidad combativa, luchadora, guerra y ambiciosa de batallas. El poder, al fin, era para él una sintonía irrenunciable con los que menos tienen, una y otra vez, sin dobleces. Y no dio vuelta páginas; siempre la arrancó de cuajo a fuerza de talento, magia y goles de soñado paraíso.

La mañana de ese lapidario 25 yo estuve ahí, justo cuando el sol asomaba sobre La Rosada. Y en ese sitio, entre Casa de Gobierno y el Cabildo, como aturdidos por el dolor, aleteando lágrimas, cruzaban vagabundos, errantes, indigentes y pordioseros. Barrios enteros con trajín de repartidores, kiosqueros, choferes y mozos con ojeras de tristeza y horas. Madres con hijos apretando una misma foto, besando sus mismas lágrimas en el paño gastado de una camiseta de cualquier tiempo. Y todos, absolutamente todos, resistían estoicamente la espera, atrincherados en la fortaleza del dolor punzando adentro.

La prensa internacional ponía en primer plano rostros húmedos de consternación y un grito que sonaba a promesa de amor eterno, un "Diegoo, Diegoo", mezclando sollozos.

Ahí mismo, pibes abrazados a una pelota, como si pretendieran aportar, sin saber, la evidencia sagrada del romance inicial. Era el axioma al Dios, al Diego muerto. Cientos de miles eran él, millones eran él. Él, en cuerpo y alma, díscolo, colérico, irritable, negro, fanfarrón e inexorablemente auténtico. Diego ahí, cara a cara con Gadafi, Joseph Blatter, Fidel o Juan Pablo II.

Fue creciendo la espera en infinidad de flores, cartas y remeras prodigando la gratitud final al Dios imperfecto. Era el adiós a ese milagro terrenal de corridas y locura y, atrapado al fin, quizá, por sus mismos fantasmas. Tal vez cansado de ser Maradona, tan único y diferente a todos. Y yo, como tantos, ahí, en lágrimas, sumado a un grito de gárgaras quebradas por el dolor, pero potentes en la pureza de la sangre agradecida: "Diego no se murió, Diego vive en el pueblo...y se lo dedicamos a todos, la puta que los parió".

Libro: Relato de gol (2022).

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