Leído en el programa Qué Grande, en Radio Comunitaria Quimunche.
Ya sé que fue con la mano
aquel gol a los ingleses…
Se ha visto un montón de veces
la imagen en primer plano,
mostrándolo a ese paisano,
genio, zurdo y morochazo,
en el aire abrirse paso
para ganarle al arquero,
y así estampar el primero
de un pícaro puñetazo.
Para que el mundo lo viera
y se armara el alboroto,
hizo falta ver la foto,
igual que en una cuadrera…
Saltó como una pantera,
quedó colgado de un hilo,
el arquero echó los kilos
pero no pudo llegar,
y el Diez la mandó a guardar,
más veloz que un refucilo.
Después, vivo, festejaba,
relojeando de costado…
El juez ya lo había cobrado
y el línea convalidaba…
Los ingleses protestaban,
rabiosos, exacerbados,
y el morocho iluminado
recibía mil abrazos,
hacia el cielo abrió sus brazos,
la obra había consumado.
Fue con la mano, señores,
como algunas otras cosas,
para nada decorosas
y por supuesto, peores,
que han practicado los Lores
y la Reina de Inglaterra,
un país que aún se aferra
a costumbres bien innatas
como el hábito pirata
de usurpar ajenas tierras.
Pues con la mano empuñaron
los piratas sus espadas,
propinándole estocadas
a los pueblos que mataron.
Con sus tierras se quedaron,
a su gente han explotado,
y con la mano han firmado
leyes infames, perversas,
instaurando por la fuerza,
colonias en todos lados.
Y fue al Sur de la Argentina,
que en mil ocho treinta y tres,
un viejo pirata inglés
se apoderó de Malvinas.
Y aquellas manos ladinas
que nuestra bandera arriaron
después se multiplicaron
en mil nueve ochenta y dos,
y en aquella guerra atroz
nuestra sangre se cobraron.
Tanto daño con la mano
engendró ese reino hostil…
Como activar el misil
que hundió al General Belgrano.
Fue en nombre de esos hermanos,
prisioneros del espanto,
que el morocho se hizo canto,
y su mano fue una brisa
soplándole una sonrisa
a un pueblo que lloró tanto.
Fue con la mano, ya sé,
y que no vale es un cuento,
qué me importa el reglamento
si el adversario es inglés…
Entonces, bendito el Diez,
el Pelusa, el Diego, el Nene,
que Dios de dicha lo llene,
no necesita el perdón,
pues quien le roba a un ladrón
cien años de perdón tiene.
No hay comentarios:
Publicar un comentario