Leído en el programa Qué Grande, en Radio Comunitaria Quimunche.
Un rato antes de admitir la falsedad de un milagro, los Hombres Sabios se complacen en señalar el carácter metafórico del prodigio.
Ahora bien, un milagro es la negación de una metáfora. Cuando decimos que un hombre vuela milagrosamente estamos anulando toda referencia a la poesía, a la libertad o a la independencia de costumbres.
La explicación metafórica es una cobardía propia de quienes no se atreven ni a la fe ni a la incredulidad. Los hechos milagrosos que a continuación narraremos deben ser reputados verdaderos o falsos, pero no símbolos de otros hechos. Podrá objetarse que no existe en el universo objeto alguno que no sea un símbolo, ni dictamen que no gambetee la refutación presumiendo de metafórico. En tal caso podremos decir que la objeción misma es simbólica.
Los vecinos de Flores suelen hablar del Barrio Maldito. Al parecer, es un distrito de mala suerte donde siempre ocurre lo desatinado y horrible. Personajes monstruosos garantizan la perfección de las desgracias: hay allí brujas, demonios, ogros, dragones, basiliscos y quimeras. Se asegura que nadie sale vivo.
Espíritus barrocos han ido añadiendo detalles. Una pared de niebla que rodea la barriada. Un guardián implacable. Una calle donde no se puede cantar. Se discute asimismo el emplazamiento real y los límites exactos del Barrio Maldito. Al oeste de la vía todos juran que queda al este. Los del sur lo suponen en el norte.Algunos lo identifican con Parque Chas. Los pedantes garantizan que el Barrio Maldito está dentro de nosotros mismos, junto con el demonio, un niño, la persona amada, etcétera.
Por esas calles funestas anda la Murga del Tiempo, también llamada Comparsa del Devenir, un grupo de bailarines zaparrastrosos que se mueven sin la menor gracia. La Murga baila todo el año, sus apariciones son sorpresivas y su canto es imposible de ser recordado, ni aun por los mismos cantores, que se ven obligados a inventar letras nuevas perpetuamente.
Pero la principal cualidad de esta comparsa se escribe así: si alguien baila con ellos ya no puede dejar de bailar, ni abandonar la murga. De este modo, el número de sus integrantes aumenta cada día. Las madres aconsejan a los niños huir ni bien oigan los bombos y los intimidan con historias espantosas de niños raptados y condenados a la repetición perpetua de un paso murguero.
Cada vez que una persona deja de aparecer por los boliches de Flores, es elegante suponer que ha sido hechizada por la Murga.
Siendo que quien ve la Murga no puede evitar el baile y siendo que quien baila no puede dejar de hacerlo, está claro que la Murga no ha sido vista sino por sus propios integrantes. Esto tiñe de sospecha todos los testimonios, incluso éste. Sin embargo, la imposibilidad de cualquier desmentida permite afirmaciones audaces: las mujeres van desnudas, las carrozas vuelan, los disfraces son imposibles de quitar, los pomos lanzan Agua de Olvido.
El polígrafo de Flores Manuel Mandeb juró haber bailado durante horas con las chicas de la comparsa. Al parecer, un paso equivocado le permitió escapar. Hombre propenso, en el baile como en la vida, a salir por el lado opuesto, quedó solo levantando una pierna hacia el oriente cuando todos marchaban hacia occidente. El percance le dejó tiempo para pensar y así fue como salió rajando.
El mismo Mandeb hizo correr un rumor complicadísimo acerca de la marcha del tiempo en el interior de la Murga. Parece que hay un núcleo alrededor del cual giran los bailarines y donde suele caminar el Director. Según Mandeb, allí al tiempo marcha al revés, en dirección al pasado. Los cigarrillos crecen en los ceniceros. Las leyendas se transmiten de generación en generación, pero son los hijos los que las cuentan a los padres. Uno tiene el pelo cada vez más corto. Las historias de amor empiezan por el hastío. Los libertinos salen borrachos de su casa y regresan sobrios la noche anterior. Mandeb habla también de tiempos que marchan hacia el costado, con causas sin efecto, o con efectos pertenecientes a otra serie. También menciona una esquina en donde el tiempo pasa rápido y los soles del día son como guiños de luciérnaga.
Si tuviéramos la cobardía de buscar metáforas, muy pronto diríamos que la Murga es la vida, que todos bailamos en ella, que no hay modo de escapar a la sucesión, que el canto nunca se repite. Los agregados de Mandeb podrían interpretarse como contrapuntos de recuerdo en la melodía principal, y la huida del polígrafo como la eterna ilusión del hombre concreto de ser artífice de su propio destino.
Por suerte nos asiste el coraje de descreer de estas leyendas y no nos cansaremos de pregonar la inexistencia de murgas y comparsas, con toda la fuerza de nuestra voz, agitando nuestras matracas, soplando nuestras cornetas y bailando, bailando, bailando.
Libro: El libro del fantasma (1999).
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