martes, 19 de diciembre de 2023

Messi: el talento interminable que se coronó como el mejor de la historia - Texto de Martín Voogd

 
Leído en el programa Qué Grande, en Radio Comunitaria Quimunche.

A los 35 años y medio, una edad que es propia del retiro, el rosarino jugó y ganó un Mundial brillante. Qatar 2022 le permite, finalmente, ocupar el primer lugar del podio de todos los tiempos, por encima de Pelé y Maradona.

Cuenta la historia que Medio Oriente es la cuna de todas las civilizaciones. Acá, muy cerca de Qatar, en el corazón de la vieja Mesopotamia, fueron los sumerios quienes se asentaron en algún lugar del actual Irak y no sólo comenzaron a desentrañar el funcionamiento del universo a través del estudio de los astros, sino que desarrollaron un sistema de signos para que la historia se empezara a escribir. Cinco milenios y medio después, Medio Oriente volvió a ser el centro del mundo. Un lugar fundacional en el que la historia del deporte se reescribió por enésima vez. Es que el sitio que fue la cuna de todas las civilizaciones se convirtió en el escenario donde Lionel Messi, por fin, quedó ungido como el futbolista más grande e influyente de todos los tiempos.

Porque a partir de este domingo 18 de diciembre, después de que el capitán de la Selección Argentina y líder espiritual de la Scaloneta alzara la Copa del Mundo en el estadio Lusail, la historia del fútbol se dividió indudablemente entre lo que ocurrió antes de Messi y lo que ocurrirá después de Messi. Y todo gracias a la coronación del más brillante y más único de todos los astros.

Nunca en la historia del fútbol hubo un jugador tan influyente durante tanto tiempo como Messi. Se sabe: el lugar común nos hace saber que las comparaciones son odiosas y que sobre gustos, a pesar del vital aporte de los sumerios, no hay nada escrito. Por eso, a medida que avancen sobre este texto redactado al calor del asombro por lo que acabamos de vivir y de la veneración por lo que disfrutamos desde hace más de 15 años, asomarán las objeciones.

Muchos que dirán, con sus razones, que no hubo ni habrá nadie que le pueda discutir el trono a Pelé. Otros muchos dirán, con válidos argumentos, que no hubo ni habrá nadie que le pueda discutir el trono a Maradona. Sin embargo, la discusión parece haber quedado zanjada después de lo que hizo Messi en este Mundial que se jugó a las puertas del desierto, en un país tan exótico como cuestionado y tan diferente como mágico.

Nadie se olvidará de Qatar. No será por el petróleo y el gas. No será por la fastuosidad de sus construcciones. Será porque fue el Mundial de la redención eterna de Messi.

No hubo futbolista en la historia que se sostuviera en tan alto nivel durante tanto tiempo. Un reinado de casi dos décadas que, lejos de entrar en un declive lógico por el inevitable paso del tiempo, encontró su momento cumbre en la recta final de su carrera.

Porque Messi ya no es más el chiquitito que se quedó mascando chicle y haciendo globos esperando una chance que nunca llegó en el banco de suplentes de Alemania 2006.

Porque Messi ya no es el joven que increíblemente, cosa de mandinga, no pudo acertar ni un tiro al arco en Sudáfrica 2010. Porque Messi ya no es el que le faltó el gol en las rondas decisivas de un sobresaliente Brasil 2014.

Porque Messi ya no es el líder de un equipo sin rumbo ni conducción, como padeció en Rusia 2018.

Messi tuvo que esperar cinco Mundiales y 26 partidos para cruzar finalmente, a bordo de una Scaloneta que nunca te deja a gamba, el umbral que le permitió sentarse con legitimidad absoluta en el trono. Ese trono imaginario que hace tiempo merecía y reclamaba, pero muchos injustamente le negaban porque remarcaban que no había ganado el trofeo más importante de todos. Ya lo ganó.

Ya se acabó.

Las discusiones carecen de sentido. Lo de Messi en Qatar fue épico. Sus goles, sus asistencias y sus gambetas se viralizaron y se seguirán viralizando hasta la eternidad. También su entrega, sus broncas, sus alegrías. Se lo acusó de andar “maradoneando” partido tras partido acá en Qatar, pero en realidad lo que hizo Messi en este último mes fue ser más Messi que nunca. Irrepetible.

Un dato nada menor es la edad. El capitán argentino tiene 35 años y seis meses. Y se puso al hombro un muy buen equipo que lo contiene más que nunca y que lo hace disfrutar como nunca antes. El Messi auténtico. Sin bloqueos. Sin intermediarios con su destino. El Messi en estado salvaje.

Los números no mienten

¿Qué andaban haciendo Pelé y Maradona a esa edad, avanzada para un futbolista?

El mito brasileño, que ya estaba disfrutando de una jubilación de lujo en el Cosmos de los Estados Unidos, llevaba cinco años lejos de la camiseta verdeamarela tras su actuación antológica en México 1970 que hizo que la Copa Jules Rimet se fuera para siempre a su país. Por entonces, su carrera merodeaba el final. En su currículum tenía 765 partidos jugados y 725 goles entre Santos, Cosmos y el seleccionado.

En el entonces llamado Scratch du Oro, Pelé ya había cerrado la cuenta con 92 presentaciones y 77 gritos sagrados, de los cuales 14 y 12 fueron en Mundiales. Eso sí: jugó cuatro Mundiales y ganó tres. Ese es su principal argumento para reclamar el trono por siempre.

Maradona, a los 35 años, estaba suspendido por culpa de la efedrina que le cortó las piernas en el Mundial de Estados Unidos 1994 y, tras una breve experiencia como entrenador en Mandiyú de Corrientes, se probaba otra vez el traje (literalmente) de DT en Racing, junto a Carlos Fren. Fue antes de que volviera a calzarse los cortos para retirarse en Boca.

Ya estaba lejos de ser el barrilete cósmico que hacía jugadas parecidas a las que hizo Messi en las últimas semanas, acá en Qatar.

Por entonces, D10S llevaba 690 partidos y 346 goles. Con la celeste y blanca, de la que se había despedido a los 34, había completado una aventura con 87 encuentros y 31 tantos, con un registro de 21 y 8 en Copas del Mundo. Jugó dos finales y ganó una, como Messi. Y le alcanzó para discutirle a Pelé. Y desplazarlo del trono.

La carta de Messi es la vigencia eterna. Y no sólo por jugadas aisladas, como la que será la mejor asistencia de la historia de los Mundiales, cuando sacó a pasear al chico Joško Gvardiol, quince años menor, antes de servirle el gol a Julián Álvarez para el 3-0 sobre Croacia en el último paso hacia la final.

“Había jugado contra Messi pero es un jugador completamente diferente cuando juega con la Selección”, reconoció el defensor del Leipizig, luego de haber quedado inmortalizado como una de las grandes víctimas de Messi en Qatar. Pero no fue sólo una jugada. No fue un único instante de inspiración. Uno se puede detener en cualquier momento de cualquier partido de este Mundial y ver cómo se sacó rivales y más rivales de encima con la facilidad que lo hacía diez años atrás.

Impredecible, incontrolable, Messi, a los 35 años y medio, está más vivo que nunca. Lleva 1.003 partidos en su carrera profesional con 793 goles. Representó a la Selección en 172 partidos y convirtió 98 tantos. Y en Mundiales sumó 26 presencias (récord absoluto) con 13 gritos y 8 asistencias. Impresionante.

Para dimensionar lo que hizo vale compararlo con otro extraterrestre, como Cristiano Ronaldo, que encontró su imprevista parada final en Qatar.

Dos años mayor que Messi, el portugués es el máximo goleador de la historia del fútbol y seguramente lo terminará siendo si es que elige tener una jubilación de lujo en alguna liga exótica y sin mayores exigencias. Sin embargo, vale comparar a Messi actual con el CR7 de 35 años y seis meses. A esa edad, el Bicho llevaba 1.016 partidos con 739 goles. Para Portugal acopiaba 164 encuentros y 99 gritos, de los cuales 17 y 7 habían sido en Mundiales.

Las estadísticas le dan otra vez la derecha a Messi. Y los números se refuerzan. Porque también hay que decir que a los 35 años y medio, cuando la magia de los otros magos ya escaseaba, jugó su mejor Mundial, con 7 goles y 3 asistencias, por encima del hasta ahora mejor Messi en Mundiales, en Brasil 2014, cuando Argentina fue finalista y la Pulga terminó “apenas” con cuatro gritos y un pase gol.

Pero no sólo fue el Mundial de Messi. Fue el mejor año de Messi en la Selección. Y todo, perdón por la insistencia, con 35 años y medio. Como si supiera que sería el último, terminó 2022 con 18 goles y 6 asistencias en 14 partidos para romper sus propias marcas. Es colosal. Incomparable. El mejor año calendario de Pelé con Brasil fue 1959, cuando tenía 19 añitos y metió el disparate de 11 goles en 9 partidos para el Scratch.

Para Maradona, como no podía ser de otro modo, el mejor año en la Selección fue el 86: 7 gritos en 10 compromisos. Diego tenía 26 años y se llevaba el mundo por delante ya convertido en deidad para los napolitanos. No es azarosa la comparación. Es una nueva muestra de la vigencia de Leo.

Es cierto que Messi gozó de una ventaja sustancial. El fútbol hasta la década del ‘90 no se preocupaba demasiado en cuidar a sus figuras. Patadas criminales o sacapartidos como las que sufrieron Pelé y Maradona durante sus carreras, por fortuna, casi nunca llegaron a lastimar a Leo. Los árbitrajes son más exigentes. Y también son más rigurosos los entrenamientos y los planes nutricionales que hacen que una carrera se pueda estirar mucho más en el tiempo. Pero también hay que cuidarse. Y Messi, en ese sentido, debe estar en el top tres de los jugadores que más se cuidan. Y la pregunta que lo hace diferente: ¿Cuántos jugadores con 35 años y medio lograron ser las figuras indiscutidas de un Mundial?

Más números que sirven como aval. Messi es el primer argentino que jugó cinco Mundiales -comparte el honor con otros siete futbolistas de otras nacionalidades- y el primero en marcar goles en cuatro diferentes -CR7 anotó en cinco distintos-. Tiene el récord absoluto de partidos y de minutos en cancha en Copas del Mundo. También es el que más asistencias dio desde 1966 y el que más veces fue capitán. No se puede medir simplemente en números. Pero se puede pensar, argumentar y escribir sin tapujos: Messi es el mejor jugador de la historia del fútbol.

Tuvieron que pasar cinco milenios y medio para que se produjera una nueva revelación en la vieja Mesopotamia. Otra vez en Medio Oriente, en el lugar donde nacieron las civilizaciones, el lugar donde nació la escritura y se escribieron los libros sagrados. Allí, el mundo del fútbol confluyó para ungir a su nuevo rey. A su nuevo dios. Y no hay lugar para las discusiones. Se llama Lionel Messi.

Que así sea.

Amén.

Allahu akbar.

"Leyenda. Argentina Campeón del Mundo". Edición especial de Clarín.

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