Leído en el programa Qué Grande, en Radio Comunitaria Quimunche.
Su mundo monárquico era la escenografía perfecta de las estupendas y verdes praderas. Fino linaje, castillos mágicos y bosques encantados Una postal surgida, quizá, en los tantos cuentos de hadas. También ella parecía fluir de esas páginas. Era fina, elegante, galana, algo así como un manto celestial parecía rodear tanta belleza.
Una tarde, donde el otoño le hizo guiño al invierno, y se desprendían hojas secas del cielo, asistió a un a un juego ajeno a aquella alcurnia cotidiana; se vio sorprendida en la platea femenina de la cancha de Laferrere.
Su tierna mirada no escapaba a ese contexto de colores paganos, un sitio desconocido y vulgar. De gente vulgar, con aroma a carne asada. Desaforados cavernícolas de torsos desnudos vociferando canciones inentendibles. Sentía bramar desde las descascaradas gradas un coro sin orquesta. Todo era abismal a su esencia. Es que ella era polo, críquet, golf y esto... Esto era fútbol. Muy lejos estaba, entonces, de aquella belleza estéticamente colosal a la que asistía habitualmente con el linaje de la Corte.
Esto era fútbol...Y apareció él, un custodio, un guardián de los arrabales del área. Perfil rústico, con marcadas cicatrices generadas a la intemperie de mil batallas. Fiereza, convicción, arrojo total. Mortífero y, si ameritaba el acontecimiento, hasta aceptaba pautar con el diablo durante 90 minutos. Creció recibiendo centros envenenados, se crió manoteando rivales amenazantes. Y esa permanente escena de suicida espíritu, 1o había transformado en un guerrero medieval.
La princesa quedó encantada. Era el hombre perfecto de los ejércitos del Rey. En ese mismo instante, una tarjeta roja voló por el cielo cerúleo disparando brutalmente la dinámica del destino. Sobrevino una mirada clavada en la muchedumbre camino a la boca del túnel. Todo terminaba para él. Era la nada, casi un final anunciado. Paso cansino, apenas movimientos descorazonados de esas piernas estevadas en tantas batallas. Pero apenas un mínimo giro fue suficiente para sentir esa pócima abstracta, invisible, inevitable, que emanaba de esa figura perfecta, de bellos y largos cabellos rubios. El hechizo de la princesa le traspasó la sangre. Entonces, nada había culminado para él. Se iniciaba allí un camino maravilloso de amor. La gramilla seca del rectángulo matancero y las verdes praderas mixturaron colores de una misma postal.
"El amor de la princesa y el villano", reflejó en esos días el título de un diario amarillo de la época. Intentaron continuar el tema y transformarlo en el culebrón generador de masivas ventas. Nada. No pudieron. Era solamente repetir presunciones y viles inventos. Como actores reales de un relato fantástico, desaparecieron, se esfumaron, quizá volaron en un beso.
Libro: Relato de gol (2022).
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