lunes, 26 de febrero de 2024

¡Sorpresa! - Cuento de Annabella Rinaldi


Leído en el programa Qué Grande, en Radio Comunitaria Quimunche.

Tomó la iniciativa y escribió por chat.

-Buenas noches.

Te escribo porque he leído la nota en la revista de Maricel y me gustó.

Me ha parecido muy interesante el nombre del libro. Y también me gusta la tapa.

Ella me dio tu número, pues ante mi pedido, me dijo que sería bueno contactarme con vos.

Ah, soy de Acuario. Como el personaje del relato de tu libro "De lo que le pasó a mi Tío".

Me llamo Gregorio de La Merced.

También soy escritor.

-Hola. ¿En qué te puedo ayudar?

-Sólo quería saludarte

Me pareció interesante tu nota.

Más que nada cuando decís que hay gente que tiene libros sólo para mostrar que son intelectuales.

-Gracias. Ja ja. El de la próxima revista es más interesante. No te la pierdas.

-Yo también voy a escribir en la revista.

Te confieso que al leerte me motivó a escribirte.

-Gracias. Qué bueno.

-Espero que podamos mantener una charla entre lectores. Me interesa que tengas un sentido crítico literario que nos puede ayudar a reír.

Y compartir.

Bueno te mando un saludo grande.

-Si necesitás ayuda para continuar con tu trabajo no dudes en escribirme. Saludos.

Antonieta Bates babia escrito y publicado el libro de relatos "Recortes de un diario robado" con el seudónimo de Annabella Rinaldi. Le gustaba el nombre Annabella porque había sido el de la primera mujer del actor Tyrone Power, a quien admiraba. El libro había tenido buenas ventas a raíz de la difusión por medio de entrevistas de radio, columnas en revistas, participación en concursos literarios. Lo que no le gustaba era ser ponente en las Ferias Virtuales del Libro, le desagradaba mostrarse. Le instalaron la aplicación de Facebook en su celular, más aplicaciones no quería, y a raíz de contacto en contacto, llegó a su vida Gregorio de La Merced.

-Te llevó mucho tiempo escribirlo?

-Yo escribí desde siempre hasta que en tiempos de pandemia un amigo me impulsó a que le de forma.

-Es bueno poner en palabra lo que se siente, poder darle forma.

De esa manera también compartimos y entregamos lo muy nuestro e íntimo, algo que viene de adentro.

-¡Qué lindo lo que decís! ¿De qué género es tu libro? Yo escribo relatos breves

-Mi libro también, son ideas y anécdotas.

Yo como vos, escribo desde siempre, y hace algunos años sentí la necesidad de expresar lo que iba viendo.

Desde lo que veía fui narrando y luego fui escribiendo demás observaciones.

Annabella, puedo preguntarte ¿dónde vivís? Yo soy de Mar Azul.

-Vivo en Plottier provincia de Neuquén.

-¿Hace mucho que no venís a Mar Azul? Yo a Neuquén no fui nunca.

¿Y es bueno vivir allí?

-Creo que en el 2018.

Es como en todas partes depende de uno.

-Te cuento así sabemos más de nosotros.

Yo soy divorciado desde hace muchos años... y no tengo hijos. Vivo solo.

Cumplo 45 en unos días.

Annabella, vos querés contarme algo tuyo.

-Soy viuda. No tengo hijos. Vivo sola y tengo 51. Y... el desgaste del cuerpo físico...

-Está bien. Al ver tu foto en la revista me has parecido muy interesante.

-Suelen decirlo. Gracias.

-Te enviaré una foto para que sepas con quién hablás.

Esta es de ayer. Comiendo helado a la noche.

¡Perfecto! -dijo Antonieta mirando la foto del rostro del hombre.

Ojos grandes y verdes, nariz mediana y un poco aguileña, labios gruesos, una sonrisa maravillosa con sus dientes parejos y blancos. Todo enmarcado con una barba a medio crecer y el cabello corto, ondulado y negro. ¡Bello! Estilo árabe como le gustaba a Antonieta.

Aunque no coincidía con el origen del apellido ¿o sí?, de La Merced. Claramente español. (Meditaba mientras escuchaba música clásica, La sedaba Monserrat Cavalier).

Además con 45 años, la esperanza de la juventud.

El teléfono celular de Antonieta se lo manejaba su ama de llaves, pero siempre sobre su supervisión.

Las comunicaciones ya eran a diario. A veces una a la mañana y otra por la tarde o tardecita. Y como él notó que ella se acostaba a dormir temprano le enviaba un chat a última hora de la noche para que al despertar lo encuentre.

-¿Estás en pareja?

-No...

Tengo una amistad con una chica que no es de Mar Azul.

Pero hace muchos años que estoy solo...

Casi 12, 13 años

Y vos, ¿estás en pareja?

-Amo a alguien pero no he sido correspondida.

-Por eso también se dio nuestra charla,

Leer tu nota y verte en la foto, donde me has gustado, me impulsó a saber de vos, no fue algo racional. Me resultaste muy atrayente. Y aún no habíamos hablado.

Fue por eso que te escribí Annabella, porque me gustaría saber de vos, compartir, conocernos. Cosas muy buenas.

-Y bueno. Quien no arriesga no gana.

Voy a leer. Hasta mañana. Que descanses.

-Bien. Espero que disfrutes la lectura y que descanses bien. (Y le envió el dibujo de una rosa, actitud desinteresada, fuera del conocimiento de quien era ella, la hija heredera de un poderoso Duque inglés).

A Antonieta le enamoró esa actitud. Estaba logrando más y más acercamiento. Mientras tomaba el té de tilo antes de irse a dormir, en una taza de porcelana muy fina, de esas pintadas a mano, que entre sorbo y sorbo apoyaba sobre una bandeja de plata cubierta por un pequeño mantel bordado que había traído de Bélgica hacía ya unos cuantos años.

-Buenos días Annabella. Que tengas un gran viernes.

-Buen día Gregorio.

(Y él le volvió a enviar flores).

-Un día San Francisco vio un cerezo y le dijo: "Háblame de Dios". Y el cerezo floreció.

-Adoro a San Francisco. (Y ahora fue ella quien le envió un corazón).

-¿Te gusta viajar? ¿Te gusta Italia?

-En otra época he viajado al exterior muchas veces. A Europa desde siempre.

-Que bueno.

A mi Italia me gustó mucho. Aunque sólo estuve una semana.

Espero volver ni bien mejoren las cosas de la pandemia.

Estaría bueno un día de estos poder hacer una video llamada.

-¡No! ¡Video llamada no!

-Perdón... perdón... pero no encuentro justificación para que te niegues, si sos una bella mujer. Agradezco a Dios haberte encontrado.

-Me da vergüenza... (disimuló ella).

Tomó un espejo de marco dorado, de esos que tienen un mango para agarrarlo y se miró despectivamente.

-Sabés que me pasa (no sé si a vos lo mismo) veo una sociedad muy chata y con pocas aspiraciones. Y encontrar una persona con tanta iniciativa de búsqueda me pone muy bien.

-Y a mí...

-Tal vez hay cosas que sólo vos y yo podamos compartir y llegar al menos a una cercanía de entendimiento.

Y sentir que hay algunas personas que estamos más cerca. Generalmente se encontraba sentada mirando el estado del cielo, el sol, las nubes corriendo una carrera celestial, las tormentas, le daba placer asustarse cuando había truenos y relámpagos, y sobre todo recordar a aquella joven novia que había mojado con sus lágrimas el ramo de flores que llevaba en las manos cuando él no se hizo presente en el altar: Había huido y ella también para recluirse para siempre. Desde entonces, lo había dado por muerto, muerto en su corazón. Por eso dolorosamente, se asumió como viuda.

Todo eso a través de una ventana con pesados postigos, de un dormitorio grande, de cielo raso alto y parquet en el piso.

Su decorado era elegante, pero antiguo. Los muros estaban cubiertos de tapicerías y adornados con numerosos trofeos heráldicos de toda clase, y de ellos pendían un número verdaderamente prodigioso de pinturas modernas, ricas de estilo, encerradas en sendos marcos dorados, de gusto arabesco. Las cortinas de negro terciopelo, guarnecidas de festones. La cama con un respaldo alto de madera labrado artesanalmente estaba cubierta por un cubrecama de raso matelaseado, color obispo, con volantes todo alrededor que llegaban hasta el piso.

Pocos muebles, se habían desechado en el tiempo.

-Me gusta el nombre Annabella, así como se escribe.

Te cuento una cosa...

Vos tenés todo a favor.

-No lo creas. He tenido tiempos muy malos. Pero para qué remover el pasado. Parafraseando a Borges quien decía que de lo único que somos dueños es de nuestro pasado.

-Yo lo decía porque tenés muchas cosas que a mí me gustan.

-Sí. Y cuando vuelva a nacer voy a ser artista.

-Lo que veo es que sos una persona que busca, que no se queda quieta, y eso es muy bueno, me gusta mucho eso que me dijiste de todo lo que hacés, está muy bueno y la verdad que me has sorprendido gratamente. Me gustaría conocer tu voz.

(Y ella le envió un audio con su propia voz, del tango Nostalgia, que había grabado hace un tiempo).

Y así pasaron casi cuatro meses, hablando de gustos, coincidencias, temas superfluos y trascendentales, enviándose fotos de ellos solos y también con amigos, del mar, de vegetaciones y hasta de platos de comida.

Había llegado la hora, no se podia seguir alargando la agonía, él le dijo que la iría a visitar y ella aceptó gozosamente.

A la hora pactada Gregorio de La Merced se hallaba frente a la casa de Río Bermejo 507 de la ciudad de Plottier.

Le resultó extraño encontrarse con una edificación muy antigua de techos altos. De esas cuya pared da directamente a la vereda, frente de ladrillos vistos un poco mohosos por partes y el diseño típico de las casas de época, la puerta principal, alta, y las dos ventanas altas también, una a cada lado, todo de madera, también el detalle de las rejas negras y en parte oxidadas, (con diseños en que trabajaban artesanos para casi todas las tareas y en tiempos en que no existía la televisión, menos todos los medios de comunicación, o incomunicación, que hacen que la gente gaste su tiempo en cosas absolutamente triviales y pasajeras, lo perecedero).

Golpeó tres veces la aldaba dorada en forma de puño. Minutos después fue recibido por el ama de llaves que lo hizo entrar.

El hall de entrada era extraordinario, Con pisos coloridos muy encerados colocados en forma geométrica. Alfombras persas. Un dresuar con espejo, combinando el mármol de Carrara con el marco dorado y ribeteado. Un perchero. Y un juego de sofa de estilo, de esos con botones y tachas doradas. Las cortinas y las pinturas siguiendo el estilo del dormitorio. Pero lo admirable de ver era la escalera curva, con bellos barrotes labrados y encerados.

Todo rematado por una gran araña con caireles de cristal, Más allá una puerta doble con vitales dejaba ver un florido jardín.

-¿Qué desea tomar? (Quitándole la mochila de las manos para colgarla en el perchero).

-Agua, por favor.

Y la vio irse. Parecía una mucama sacada de una película de terron de Hitchcock. Muy delgada y alta, seria, vestida de negro con calzado negro también. Llevaba un delantal blanco impoluto y el cabello negro recogido a la altura de la nuca.

Por fin lo invitó a subir las escaleras, ella adelante. Gobpeó suavemente la puerta del dormitorio y entraron.

Antonieta Bates estaba sentada de espaldas frente a la ventana, en una silla de ruedas. Con un brusco movimiento giratorio reveló un cuerpo gordo e informe, medio oculto por el ceñido vestido, con el que cubría incongruentemente las prendas que llevaba debajo. Vio el chal en la cabeza y el rostro blanco y pintado. Miró con fijeza los endurecidos labios rojos, observando cómo se entreabrían en una convulsa mueca.

-Soy Annabella Rinaldi -dijo la grave voz.

Gregorio de La Merced cerró la boca, pero el grito continuaba sonando. Era un frenético chillido. Atónito no logró captar en su totalidad la horrorosa situación. Mareado cayó de rodillas en el piso y expelió en una sola arcada un vómito. Cayendo inconsciente su cabeza sobre el mismo material.

El fin último que era el encuentro se había cumplido.

Finalmente un hombre había caído a sus pies.

Libro: Donde viven las palabras (2021).

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