Leído en el programa Qué Grande, en Radio Comunitaria Quimunche.
- ¿Qué carajo te pasa, cabezón? -Le preguntó Fredy a Hector.
Hector estaba bien cerca del espejo del baño del taller y se tocaba la cabeza con cara de preocupación.
- Nada, loco, cada día estoy perdiendo más pelos y eso me pone como la mona... -Contestó un consternado Hector.
- No seas gil, cabezón... -lo alentó Fredy- ¿O no sabés que el tema de los pelados es todo Psicológico?
- Si, Psicológico el trauma que te queda, porque los pelos no te los salva nadie...
- No, en serio te digo, es todo psicológico... no es una boludez que te digo como esos libros de autoayuda que te cagan diciéndote “Lo lindo está en el interior... si sos un buen tipo las minas te dan bola”, y vos te sentís bien siendo más feo que el culo y sin que en tu puta vida una chabona te haya dado ni la hora, justamente por horrible.
Pero lo del lope es distinto.
¿Viste que uno a veces ve esos pelados que ni cejas tienen, y te dicen que es por un problema nervioso?, bueno en realidad es todo más o menos así.
Y no te lo digo por decírtelo, lo sé con conocimiento de causa... yo vi como un vago superó la pérdida del pelo, todo con la cabeza, nada más.
Y mirá, la verdad, nosotros ahora andamos treintiañando, o sea, es el momento en que ya es más o menos lógico que se empiecen a perder algunos pelos, pero el pibe este que te hablo ya estaba casi pelado a los veinte.
Viste que para los hombres es toda una historia esto de quedarse pelado. Cuando sos joven, porque queda como el culo, cuando estás en nuestra edad, porque es una muestra del insalvable paso del tiempo, o en otras palabras, un signo de que empezás a ponerte viejo.
Frente a esto hay distintos tipos de reacciones.
Están los que se lo toman a joda, asumen su calidad de pelados y la llevan con dignidad, con orgullo te diría. Son esos que se consideran EL pelado, que ya ni siquiera responden cuando los llaman por su nombre verdadero, han asumido que su identidad está estrechamente ligada a la falta de cabello, y ya no se imaginan de otra forma. Estos no desean pelo, estos saben que su personalidad y la calvicie son una misma cosa. Hasta saben que su posición social está marcada por la pelada.
Después están los que contraen una postura de resignación, no se sienten orgullosos, pero saben que va a ser una cruz que tienen que soportar por el resto de sus vidas, no son felices con su situación, pero también demuestran dignidad, una resignada dignidad. Son los que dicen: ‘Y bueno, a otros les tocan peores cosas’, y se comparan con los rengos, los mancos, los enfermos terminales... qué se yo... cualquiera que sufra algo peor que ser pelado... esto es parte de la condición humana, eh, no lo hacen de hijos de puta... yo los entiendo... porque si te ponés a compararte con los que están mejor que vos directamente te pegás un tiro... porque siempre hay alguno que, en algún aspecto, está mejor que uno... porque es más lindo, porque tiene más guita, porque toca bien la guitarra, porque tiene un buen auto, porque es más inteligente, porque tiene la poronga más grande... no sé... por cualquier cosa... pero lo único cierto en esta triste vida es que nadie lo tiene todo, así que siempre hay algún punto en que alguien tiene algo que a nosotros nos negaron.
Por último aparecen los que se desesperan, los que tienen vergüenza con su calidad de lampiños craneales.
Bueno, estos son los más patéticos, y los que mueven a risa. A estos vos les vés la cara de odio que ponen cada vez que alguien les dice PELADO, o le hace recordar el avance de las zonas blancas en su cabeza.
Y viste como somos todos, que si ves a algún amigo que le molesta que le digan algo, vos vas y se lo decís, sólo por el gusto de romper las pelotas.
Lo que pasa es que estos chabones tienen un trauma muy grande. Mirá te digo que influye hasta en su masculinidad. Este tipo de pelados son los que se sienten menos hombres, creen que la falta de pelo los hace menos aceptables, menos queribles que el resto de los seres humanos. Son los que dicen: ‘¿Por qué a mí?, si soy una buena persona, no me merezco la calvicie...’ y pelotudeces por el estilo.
Bueno, este vago que yo te digo era de este último tipo.
Yo, igual, al vago lo re banco, porque pensé que era un boludo y al final me cerró la boca.
Esto pasó allá por el año 1996 o 97. Yo jugaba en la Liga de Neuquén, en el Club Maronese. Éramos un equipito modesto, recién largaba ese club, calculo que por eso jugaba yo.
La cuestión es que este pibe, al que voy a llamar sólo por sus iniciales, sólo por eso que te digo que lo respeto mucho, este pibe, G.M., tenía mi misma edad, veinte años, y estaba quedándose pelado.
El pibe jugaba de seis. Era un defensor tosco, nada del otro mundo, ninguna luz, cumplía y nada más... y no es que yo sea bueno, pero ahora estamos hablando de él, viste.
Bueno, la cuestión es que G.M. así como tosco para jugar, era bastante tímido, nada de meterse mucho en el grupo, nada de hacer muchas jodas... estaba siempre, pero no participaba mucho... se retraía, yo creo que a propósito, porque sabía que no se iba a bancar que lo molestaran con el tema de la calvicie.
Además, era un pibe muy humilde, en lo económico me refiero... no era así pobre de las villas que hay alrededor del club, como otros que si lo eran, sino que era de clase media baja, de esos que tienen lo justo, viste, como casi todos... pero él no había podido estudiar en la universidad, porque en la casa no podían bancarlo, así que se bancaba solo laburando de ayudante en una vidriería y lo poco que nos garpaban de premios en el club cuando había plata.
Bueno, así, el chabón era medio bruto... medio que su propia personalidad, su propia calvicie avanzada, lo hacía como esos que viste que son medio pavotes por falta de vida de relación... como que le faltaba chispa... una cosa así.
Yo, como soy buena onda, me acercaba al vago, como para intentar integrarlo. En ese momento yo vivía solo, ahí cerca del club, así que después de los entrenamientos lo invitaba a tomar unos mates, la cuestión es que éramos medio amigos, pero era difícil, no le sacabas una palabra ni con tirabuzón, era muy parco.
Ese año con el equipo andábamos bastante bien, nada del otro mundo, nada de querer ser campeones, pero no pasábamos vergüenza con nadie. Todos estaban contentos en el club.
- Che, pará, si vas a salir con alguna pelotudez para cargarme te cago a trompadas... -lo interrumpió Hector, por las dudas.
- No, pavo, aguantá, escuchame hasta el final. -Siguió Fredy
- Y mirá, para que veas que no es cuento. Hoy G.M. es gerente de Relaciones Públicas en una importante empresa de Cipolletti, por eso no quiero andar diciendo el nombre.
Pasa que en esa época el pibe era muy distinto, como que si lo ves ahora ni podés creer lo que te cuento... no, tendrías que haberlo conocido en aquella época.
La cuestión es que estábamos por la mitad del campeonato y a poquitos puntos del puntero... estaba todo en orden.
En eso, después de un partido de local contra Villa Iris, que habíamos ganado muy de pedo, estábamos todos festejando en el vestuario, algunos ya se duchaban y otros estábamos boludeando mientras nos sacábamos la pilcha para ir a bañarnos. Entre lo que ya estaban en la ducha estaba G.M.
El vestuario era un despelote. Todos gritaban, festejaban, se hacían cargadas... y de repente...
BERRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRP, de la ducha vino un eructo que debía merecer el premio Guiness, o le pegaba en el poste... una cosa tremenda, que primero nos sobresaltó a todos, que salimos corriendo para la zona de duchas... llegamos y el Loco Bruno estaba tirado en el piso, cagándose de risa... ‘¡Hijo de Puta!, ¡Qué hijo de puta!’, era todo lo que decía.
Nosotros mirábamos medio confundidos, y el Loco nos dice: ‘¡Miralo vos al pelado!, terrible eructo se mandó... que capo... no lo tenía.’
G.M. estaba pálido, viste, ya te dije que era medio retraído... y encima le habían dicho Pelado... calculo que se quería enterrar.
Ahí nomás empezamos todos a aplaudirlo, porque, te juro, había sido impresionante... y ya que veníamos en onda de fiesta empezamos a joderlo.
Listo, ahí pasó todo. Pero al domingo siguiente, visitamos a Pacífico, otra victoria por la mínima y colgados del travesaño, pero victoria al fin... y cuando estábamos de vuelta en el vestuario: BERRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRP, otra vez el monstruoso eructo desde la ducha. Mirá, para que te des una idea, ¿Viste que cuando uno es pendejo hace esas competencias como ver quien logra eructar por más tiempo, quien dice el abecedario eructando, o pavadas así?, no se vos, pero yo sí hacía esas cosas. Bueno, esto era como el mejor, más largo y sonoro eructo que hayas escuchado en tu vida. Ese día hasta el Henry, el legendario canchero de Pacífico, entró a los gritos al vestuario creyendo que habíamos roto algo. Imaginate, nosotros no podíamos quedarnos parados de la risa.
G.M. se convirtió por un momento en el ídolo... sin quererlo y casi como con vergüenza...
Al final, imaginate, dos partidos chivos seguidos, dos partidos ganados, el equipo cerca de la punta, listo, la conclusión era fácil, los eructos de G.M. eran cábala.
G.M., involuntariamente, pasó a ser objeto de cargadas y de la atención que nunca quiso.
Yo no dejaba de estar sorprendido. Por un lado porque los terribles eructos yo pensaba que eran una forma de llamar la atención, y, por el otro lado, él reaccionaba demostrando todo lo contrario, como que no quería ese efecto.
Así fueron pasando las fechas, y estaba todo en orden, todos esperando el momento del eructo de G.M. al final del partido... hasta que volvimos a perder... fue contra Unión Vecinal y de locales... teníamos una bronca tremenda... el vestuario parecía una funeraria, sólo se escuchaba el sonido de las duchas como fondo hasta que llegó el
BERRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRP, de G.M. Pero, ahí nadie festejó nada, hasta lo miraron, por primera vez, con asco al vago... como que ahora les molestaba lo que antes pedían a gritos... así de injustas son las cosas en los vestuarios viste...
Pero nadie dijo nada...
Yo me quedé con la espina clavada... y como te dije que era lo más parecido a un amigo que tenía G.M., al otro día lo invité a tomar unos mates y lo encaré directamente con el tema: “Che, loco, decime la verdad, ¿Para qué carajo te mandás esos terribles eructos?”.
El pibe me miró sorprendido, la verdad es que no se esperaba la pregunta, pero luego de unos segundos de duda... agachó la cabeza y se puso todo colorado, viste como cuando uno está indeciso sobre si decir o no algo, bueno, este estaba así... pero se puso a contarme, y te lo voy a decir textual como me lo dijo él, porque tengo las palabras gravadas:
“Sabé lo que pasa Fredy...” empezó “... a mí no me gusta joder a nadien vistes...yo no jodo a nadien... ni quiero que me rompan las bolas a mí... yo hago lo mío y no me meto en los güeveos de ninguno... pero todos tenemos cosas que son de uno... quilombos... matetes en la saviola... ¿vistes?... y yo también... hay cosas que uno acecta y otras que no acecta una mierda...”
Ahí se mandó una pausa, como para tomar envión, yo me di cuenta que estaba por decirme algo muy íntimo, algo que le costaba sacar y que no le había dicho a nadie... hasta yo estaba nervioso, casi como él... hice un silencio aprobatorio a esa introducción.... “Bueno...” siguió “... a mí no me gusta ser pelado...” Ahí se puso bordó, más que colorado. “Yo sé que parece una boludez...” continuó “... pero me siento para el orto por eso... ¿vistes?... y a la final, uno porque es pobre tiene que bancarse las cosas que le tocan... y a veces, aunque no haiga una salida... a veces uno no se puede sentir bien... niunque quiera... y yo en eso no me siento bien...” Cada palabra le costaba horrores, pero levantaba un poco la vista y me tenía a mí mirándolo como si fuera lo más importante del mundo, así que calculo que eso lo invitaba a seguir con la confidencia:
“Pero yo siempre fui muy costante con las cosas que se ponen en el marote... vistes... así que... bueno... estuve guardando unos mangos de los premios y un poco de las changas de la vidriería... vistes... y así... vistes... este... yo quería... bueno... vistes...”
Entonces se calló, yo pensé que ya se le había pasado la onda confesión, pero no, manoteó el viejo bolso que llevaba siempre a la cancha con los botines y todo eso, y sacó algo. Primero lo ocultó debajo de la mesa, y muy despacito fue subiéndolo hasta ponerlo enfrente mío.
Era una botella de shampoo. Yo la miré extrañado. Era un “CALVEX NO ¡Con extracto de Ortigas y Cardamomo! Tonifica el crecimiento capilar.”
Imaginate, yo no entendía un carajo... y lo miré con la mayor cara de boludo que debí poner en toda mi vida...
“Pero... no entiendo...” Le dije “¿Que tiene que ver?”
“Las istruciones...” me respondió “leé las istruciones”.
Dí vuelta la botella y leí: “Este producto promueve una mayor irrigación sanguínea en la zona craneal, deteniendo la caída del cabello y vigorizando el nacimiento de los folículos capilares. INSTRUCCIONES DE USO: Con el cabello mojado, Aplique, masajee hasta formar espuma, enjuague, REPITA”
Primero creí que era una joda, lo miré a G.M. como para recriminarle, pero el chabón todavía tenía cara de vergüenza así que me di cuenta que no estaba boludeando, y yo le dije la primer pavada que se me vino a la cabeza: “¡¡¡Ahhhh!!!... ¿Está fría el agua, no? Voy a calentarla.”…
- ¿¡Y.....!? -Casi gritó Hector- ¿Qué carajo pasó después? ¿Le creció el pelo?
- ¡¡No!! -Contestó riéndose Fredy- ¡Mirá que le va a crecer el pelo por eructar! ¿Sos pelotudo, vos?, no, el Vago está pelado como una papa... pero después lo aceptó, pudo superar la caída del cabello, se puso a estudiar en un terciario y se recibió de Licenciado en Recursos Humanos, y ahora le está yendo muy bien...
- ¡VÉS QUE AL FINAL SOS UN PELOTUDO! -Gritó Hector amagando a pegarle una piña a Fredy mientras se reía.
Libro: Oro y barro (2015)
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