Leído en el programa Qué Grande, en Radio Comunitaria Quimunche.
La felicidad no es la felicidad del todo.
De eso trata este libro. Aquí está el centro de nuestro funambulismo. En la invitación a pensar cómo habitamos el mundo de la mano de la falta.
El maestro José Luis Sampedro murió con más de noventa años. En una de sus últimas entrevistas le preguntaron si le gustaría reencarnar. Respondió que no.
-Ya vi de qué viene este juego y no es demasiado divertido.
Una respuesta inquietante. Si nos dieran a elegir la vida mostrándonos de antemano de qué se trata es posible que más de uno dudara antes de aceptar. Es como si nos avisaran que vamos a ver un partido de fútbol que salió cero a cero, donde no hubo situaciones de gol y con disturbios en la tribuna. Por suerte no siempre la vida es así. Cada tanto aparece alguna rabona, una gambeta o un caño que justifica que hayamos ido a la cancha.
* * *
Hay situaciones engañosas, como el amor o el éxito, que por instantes generan una sensación de completud. Una sensación que dura muy poco. No es que el amor o el éxito no puedan perdurar. Pero la sensación de estar completo desaparecerá en breve. Las personas exitosas sufren y desean. También los enamorados sufren y desean. Porque hay una búsqueda que no puede detenerse.
Así como el universo está en expansión, también el deseo está en expansión. Una expansión que solo se detendrá con la muerte.
Sin saberlo, quien busca tenerlo todo, busca morir.
Aunque sin buscarlo, por otro camino, hemos vuelto a la disputa filosofica entre Oriente y Occidente.
Hay un libro maravilloso, Dhammapada, que guarda las enseñanzas de Buda. Conmueve leer con qué emoción describen esa experiencia de saciedad que viven los monjes que han llegado a la iluminación.
De todos modos, la humanidad pareciera estar más cerca de la pasión de Cristo que de la calma de Buda. Una pasión a veces deseante o enojada, donde la calma es apenas una visita breve.
En "Los evangelios" se describe una escena en la que alguien le reprocha a Jesús que esté comiendo y bebiendo en demasía. Y El Cristo le responde que no lo juzgue, que lo deje disfrutar de ese instante porque dentro de muy poco estará sufriendo.
Disfrutar.
Algo que solemos confundir con el placer, aunque no es lo mismo.
El placer, por más que sea breve, suele ser más duradero que el disfrute. Tal vez la felicidad sea un muelle donde alguien puede sentarse descansar. Un momento en que se elude la voz del Superyó que ordena gozar. Y aunque hemos dicho que la felicidad es perecedera, el disfrute lo es todavía más. Las adicciones son un claro ejemplo. De eso se trata. De consumir drogas, tecnología, alcohol, marcas de zapatillas, celulares, sexo, comida, series televisivas, lo que sea, sólo para volver por más y más. Hasta el final.
No es una experiencia de felicidad.
Ese disfrute busca en vano satisfacer la exigencia pulsional de ir por todo. Es la desmesura. El goce. "Eso" que puede matar a un ser humano o convertirlo en un esclavo.
Fragmento del capítulo ¿Depende de uno? del libro La Felicidad (2023).
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